¿Es usted amado?

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“El psiquiatra me dijo que mi pro­blema radica en que a mí nunca me amaron cuando pequeña”, dijo la señora tristemente, “y creo que tiene razón: yo nunca he experimentado que alguien me haya amado por lo que soy, sin que tenga que merecér­melo”.

Esta conversación me hizo hacer­me la misma pregunta: ¿Recuerdo yo haber recibido cuando pequeño ese amor verdadero, ese amor incondicional, que se da sin merecimientos previos, y ese amor gratis, que no exige nada a cambio?

Si usted quiere deténgase un ins­tante y hágase la misma pregunta. ¿Ha experimentado usted personalmente este tipo de amor…?

No sé cuál será su respuesta, pero sí sé que muy pocos padres, en el pasado reciente al menos, acostumbraban a decir a sus hijos que los aman, y la mayoría de nosotros nunca oímos una expresión tal en toda nuestra vida de hijos.

Conozco el caso de un hijo a quien sí se lo dijeron. Está en el evangelio de este domingo. (Lucas 3,15-16 y 21-22) Fue el día en que el Señor se bautizó. Él estaba orando y se oyó una voz del cielo que dijo: “Tú eres mi hijo, a quien yo quiero, mi predilecto”.

He aquí a un padre que sí supo expresar su amor. Y lo hizo claramente. No con hechos, sino con pala­bras precisas, de modo que no hubiera ninguna duda.

Aquel fue un momento determinante en la vida del Señor. En lo adelante su vida cambió de forma radical, dedicándose de manera pública y total a la misión que su Padre le había encomendado.

Él pudo comprender su misión en la vida y emprenderla con seguridad y alegría, porque se sabía amado. No hay nada que pueda producir mayor seguridad y alegría que la experiencia de saber que uno es amado incondicionalmente, y que nada puede hacer acabar ese amor.

Desde luego que un cariño así sólo puede provenir de Dios mismo, puesto que sólo Él es Amor Perfecto. El cariño nuestro es sólo un débil reflejo de ese cariño eterno que no exige condiciones.

Esa fue la expresión que escuchó el Señor en su bautismo por medio de una voz del cielo. Y esa misma expresión es la que podemos nosotros aprender a escuchar dentro de nuestro corazón. Es una voz muy suave y pequeña, y dice: “Tú eres mi hijo amado, cuenta conmigo”. Esa es la única voz que puede salvarme de la tristeza. Sólo esa voz me puede comunicar vida, seguridad y alegría.

Y esa voz pequeña y suave sólo puedo escucharla en la soledad y en el silencio. Es la única voz que puede liberarme del miedo. Es la única voz que puede hacerme capaz de amarme a mí mismo, expresar cariño a otros, y ser, por tanto, feliz.

Dice San Lucas que “todo sucedió mientras Jesús oraba”. Y dice Henri Nouwen que: Orar es escuchar la voz que nos llama “hijo amado”.

 

LA PREGUNTA DE HOY

 

¿Qué sucedió cuando

a usted lo bautizaron?

 

Cuando a usted lo bautizaron, sus padres y padrinos ofrecieron su vida a Dios, como hizo Ana con el profeta Samuel cuando lo llevó al templo. (Sam. 1, 24-28) Pero lo más importante no fue que usted entregara su vida a Dios, sino que DIOS LE ENTREGÓ SU AMOR Y SU VIDA ETERNA A USTED!!!

Quien recibe el don de entender, y aceptar esto, tendrá paz y gozo interior, y ya no tendrá más preguntas.

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