La Flor y la Corona

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Entré a la funeraria y vi a una mujer joven llorando desconsoladamente. A su lado había un varón queriendo confortarla sin poder ha­cerlo, ya que también él lucía tristísimo.

Otros dos hermanos estaban de pie al lado del ataúd y noté que uno de ellos estaba arreglando la posición del nudo de la corbata que le ha­bían puesto a su papá. A su lado había una corona que decía: “A nuestro querido papá”.

He visto como algunos hijos, luego de pasar la adolescencia, menosprecian y hasta desprecian a sus padres. ¡Qué lástima! Ellos maduran en muchas cosas, pero no en lo importante: el amor incon­dicional, el amor adulto. Y quien se desvincula de sus raíces, termina perdiendo su propia identidad.

Se hace mucho daño a sí mismo quien produce dolor a alguno de sus padres, no sólo porque tarde o temprano sufre por ello, sino porque se pierde de muchas bendicio­nes. Por ejemplo, en la lectura de la misa de hoy, encontramos estas palabras:

  • “El que respeta a su ma­dre acumula tesoros, el que honra a su padre se alegrará de sus hijos, y cuando rece, será escuchado”.
  • “El que respete a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre, el Señor lo escucha”.
  • “Hijo mío, empéñate a honrar a tu padre, no lo abandones mientras viva. Aunque flaquee su mente, sé comprensivo con él, y cuando tengas problemas, Dios se acordará de ti”. (Eclesiás­tico 3, 3-6. 12-13 y 15).

Fíjese en las promesas que hay aquí para usted. Dice que si usted respeta y honra a su padre y a su madre, “cuando rece será escuchado y cuando tengas problemas, Dios se acordará de ti”, además usted “se alegrará de sus hijos”.

Hoy es Domingo de la Sagrada Familia. Usted y yo tenemos familiares cercanos: cónyuge… padres… hijos… hermanos…

Pues esta semana Dios nos invita, no a llorar por los que se han ido, sino a dar afecto a los que aún están con nosotros. No a esperar que mueran para apreciar sus va­lores, sino a manifestarles AHORA lo mucho que signi­fican para nosotros: Recuerde que: “Más vale una flor a un amigo vivo, que una co­rona a un amigo muerto”.

 

LA PREGUNTA DE HOY

 

¿Cuál es la clave de las buenas relaciones familiares?

 

Cada miembro de la fami­lia tiene una diferente. Si ha­blamos del marido, por ejemplo, su clave es el amor. La mujer necesita ante todo, ser amada, y Dios ha responsabilizado al marido de eso.

“Que cada uno ame a su esposa”. (Efesios 5, 28-33)

Por su parte, la clave de la esposa es el respeto. La ma­yor necesidad de un hombre es que su mujer lo respete. Y Dios ha responsabilizado a la mujer de llenar esta necesidad:

La mujer debe RESPE­TAR a su marido” (Efesios 5. 33).

Entre hermanos la clave es el perdón. Porque si falla esta disposición, surgen rivalidades y enemistades, produ­ciendo de este modo un do­lorosísimo ambiente de tensión y de tristeza.

A los hermanos Dios les dice hoy:

“Vístanse de tolerancia… y PERDÓNENSE cuando uno tenga queja contra otro; el Señor los ha perdonado, hagan ustedes lo mismo”.  (Colosenses 3, 12-13)

Y la clave de los hijos es respetar… honrar… y ser comprensivos con sus padres.

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