Pbro. Isaac García de la Cruz

Todos los días recibimos noticias muy preocupantes desde el continente africano, sobre todo referente al alto índice de pobreza que existe en aquellos territorios cargados de riquezas subterráneas; sin embargo, su patrimonio no está solo bajo tierra, sino en el gran valor y la atención que otorgan a los adultos mayores y abuelos en sus familias, clanes y tribus.

Ser papá o mamá no es nada fácil y seguramente, ser abuelo y abuela, se constituye en una misión doblemente difícil, pero al mismo tiempo, en doblemente feliz, porque se es madre o padre, dos veces, a través de los nietos; por eso ningún nieto en el mundo debería perderse el lujo que es tener a sus abuelos y ningún abuelo debería dejar de disfrutar la satisfacción de sus nietos; de aquí que, la antropóloga estadounidense Margaret Mead, afirmó: “Todo el mundo debe tener acceso a los abuelos y nietos, con el fin de ser un humano completo”.

Esa es la experiencia que llevó al Papa Francisco a instituir la Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores. En la Primera Jornada (2021), emitió el mensaje: “Yo estoy contigo todos los días”; en la segunda (2022): “En la vejez seguirán dando fruto”; en la tercera (2023): “Su misericordia se extiende de generación en generación”.

En el mensaje de este año, inspirado en las palabras de la Virgen María, el Papa nos dice: “En el encuentro entre María e Isabel, entre jóvenes y ancianos, Dios nos da su futuro. El camino de María y la acogida de Isabel abren las puertas a la manifestación de la salvación. A través de su abrazo, la misericordia de Dios irrumpe con una gozosa mansedumbre en la historia humana. Quisiera pues invitar a cada uno de ustedes a pensar en aquel encuentro, más aún, a cerrar los ojos y a imaginar, como en una foto, aquel abrazo entre la joven Madre de Dios y la madre anciana de Juan Bautista; a representarlo en la mente y a visualizarlo en el corazón, para fijarlo en el alma como un luminoso icono interior. Y los invito además a pesar de la imaginación a la realización de un gesto concreto para abrazar a los abuelos y a los ancianos. No los dejemos solos, su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces. Sí, son los ancianos quienes nos transmiten la pertenencia al Pueblo santo de Dios. Tanto la Iglesia como la sociedad los necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el futuro. Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados”.

Con estas palabras queremos rendir homenaje a todos los adultos mayores del mundo: nuestros abuelos y abuelas, por sus consejos y su presencia en medio de nosotros; a los abuelos del campo que continúan hasta el último respiro labrando la tierra; a los abuelos que continúan ofreciendo sus servicios y experiencias profesionales; y a los abuelos espirituales: nuestros sacerdotes mayores que se gastaron en parroquias y comunidades; a nuestros obispos eméritos dominicanos y al Papa Francisco, tan tierno y cariñoso. ¡Que vivan las culturas y las personas que honran a los mayores, como sus tesoros!