Maximiliano A. Taveras R.

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“Hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor.” Lucas 1:11-12

En esta época, mes de diciembre, nos preparamos para conmemorar el advenimiento, venida o llegada del Niño-Dios. Esta exaltación la conocemos litúrgicamente con el nombre de Adviento, que comprende las cuatro semanas precedentes a la fiesta de la Navidad de Cristo.

La Historia Sagrada nos dice que siendo Quirino gobernador de Siria, se procedió a realizar un censo en todo el imperio, ordenado por medio de un decreto del emperador Augusto, con la finalidad de registrar a todos los ciudadanos en pareja. José que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada también Belén. Allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras estaban en Belén llegó el momento del parto y dió a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa.

En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. Pero el ángel les dijo: “No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: ” hoy, en la ciudad de David ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren como lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: ” Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia”.

Después de que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: ” Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer”. Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían.

Hagamos de la Navidad una fiesta del amor que una a todos los corazones hacia el bien común, sin odios, sin rencores, sin envidia, sin apetencias personales.

Hacer de ella un santuario de fe y esperanza, desterrando la duda y la impaciencia, mostrándonos perseverantes y misericordiosos.

Seamos mansos y humildes de corazón, pues la humildad es la madre de la sabiduría. Alejémonos de la vanidad y la lujuria. Seamos sobrios y tolerantes. No vivamos de la apariencia, disfrutemos a plenitud de lo que Dios nos pone a nuestro alcance.

Que en cada hogar dominicano se trace una meta, la de educar para la paz en los principios cristianos y que la Estrella de Oriente que guió a los pastores también se detenga en esta Nación de María y el Niño para el rescate de nuestros valores cívicos, morales y cristianos.

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