Cuando estaba preparando un artículo, este día me tocaba la Eucaristía de noche. Y el Evangelio coincidió con el tema que escribía. Y es:  que significa creer en la Iglesia de Cristo.  En la reflexión saque algo alusivo al tema.  Una muchacha, que siendo de una familia muy religiosa, con mucho testimonio de sus padres, abandonó a la Iglesia.  Recibió todos los sacramentos.  Su boda fue por la Iglesia y muy bella, con tres sacerdotes y con tantos detalles.  Pregunté a mi amigo sacerdote que estuvo conmigo en la boda por aquella joven, como le va.   Resultó, que ya no estaba participando y no quiere nada con la Iglesia.  Y dijo, que ahora es feliz, que “ha recuperado su libertad”, nadie le impone nada, no se siente agobiada. Trata de criar a sus hijos, en el mismo espíritu. Cuando los abuelos quieren llevar a sus nietos a la Iglesia – en enseguida comienza una “guerra”. “Déjalos en paz, ¿por qué necesitan este ridículo adoctrinamiento? Algún día decidirán por sí mismos…” – y estas son las palabras más amables que los abuelos escuchan de su hija…

Después de la misa, apareció una doña, que decía llorando: Padre, usted ha tocado lo que pasa en mi casa. Estoy llorando, pues no sé qué he hecho mal, que mis hijos niegan a la Iglesia. Bueno, y luego otra y otra con lo mismo…

Creer en la Iglesia es como creer en los ángeles. No siempre es fácil y el ejemplo de esta joven, representa casos de muchas familias de hoy. La presencia de Dios en la Iglesia a menudo está encubierta, oscurecida por el pecado. Y entre muchos, los escándalos de sacerdotes, es lo que duele y aleja más.  Y quizás por eso la fe en la Iglesia es a veces más difícil que la fe en Dios transcendente.   En “Introducción al cristianismo” del Card. Joseph Ratzinger, expresa: “Creer en un Dios trascendente es más fácil que creer en un Dios encarnado.  

Además, no cada uno de nosotros experimenta una gracia que tuvieron los santos, que tuvieron el encuentro personal con Cristo.  Debemos saber que todo fluye de ahí. Si queremos alejarnos o sacar el mal, luchando contra el mal, será un gran fracaso.  El secreto de vencer el mal es mi vida en gracia, es mi vida en santidad.  La meditación, oración personal y vida en comunidad eclesial ayuda en ello y ahí lo practicamos. Por la gracia de los sacramentos, que es mismo Jesús nos salvaremos. No por propios méritos. Y esto es lo que debamos aprender. El Credo recitado cada domingo recoge todos lo esencial.

Cada uno de nosotros tiene, una obligación de luchar personalmente por la santidad personal y de la comunidad eclesial y no escandalizarse u alejarse cuando ve el pecado. Eso sería como que viéramos la película del pecado en la televisión y como no nos gustaría este programa lo cambiamos.  No. ¡Nosotros no somos dioses! Yo debo participar en la Iglesia orando por los pecadores y su salvación, debo cumplir los mandamientos y con amor.  Sin amor, es como vivir una pareja, llevándose bien, pero de manera seca. Si no aceptamos que todos somos pecadores y necesitamos constante conversión, sino huyamos como gallina, la obra salvadora de Cristo pierde el sentido. La cuaresma es un perfecto tiempo para verificarlo.  El hecho de que muchos católicos no acudan regularmente al sacramento de la Confesión- casi como en Alemania – hace que, en vez de crecer en Cristo, nuestra Iglesia está muriendo. Mientras que en la Iglesia no se practique los sacramentos, ella seguirá muriendo. Pregúntate, ¿hace cuando te has confesado última vez, haciendo un examen de consciencia de toda tu vida? 

Sólo hay una fuente de la Iglesia: su Señor, Cristo. Y si los lazos que nos unen están atados, todas nuestras obras fracasarán, se arruinarán.

Padre Jan Jimmy Drabczak CSMA

4 COMENTARIOS