¿Qué significa “cómo a ti mismo?”

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Dos mandamientos que son uno solo. Derecho y revés de un mismo papel, cara y escudo de una moneda, las dos imágenes de un díptico: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo el cora­zón, con toda el alma, con todas las fuerzas” y “Ama­rás a tu prójimo como a ti mismo”. El primero de estos dos mandamientos no ha generado ningún tipo de pro­blema a la tradición judía. No podemos decir lo mismo del segundo.  ¿Qué significa “como a ti mismo”? ¿Cómo hay que entender dicho man­dato? No solo los teólogos, sino también los filósofos de origen judío se han sentido interpelados por esta cues­tión.

Tanto Martin Buber como Franz Rosenzweig dejaron sentir su incomodidad con la traducción que se ha solido hacer del original hebreo. Se preguntaron al respecto si cuando se dice “como a ti mismo” se estará pensando en que lo que más se ama es a uno mismo. Ellos prefirie­ron otra traducción: “ama a tu prójimo, él es como tú”. Emmanuel Levinas, por su parte, propone la posibilidad de hacer distintas lecturas de dicha formulación: “Ama a tu prójimo; esta obra es como tú mismo”; “ama a tu prójimo; eso eres tú mis­mo”; “ese amor al prójimo eres tú mismo”. Esa capacidad de “hacer hablar” al tex­to, de buscar sus posibles significados, es lo que Amós Oz, autor judío de nuestros tiempos, ha identificado como lo propio de la cultura judía.

En su ensayo Luces, no luz, recogido en su libro Queridos fanáticos, este autor nos recuerda que esta actitud está tan arraigada en la cultura judía que cuando el niño se acerca por primera vez a la Torá, con ocasión de su bar mitzvá (hacia los 12 años de edad), se le pide: “di algo novedoso”. Algo que sea original suyo; no que lo haya aprendido en la escuela o se lo haya escuchado a algún rabino. Lo mismo su­cede con ocasión del matrimonio, al novio, cuando está en la sinagoga, se le pide “decir algo novedoso”. Los autores judíos, arraigados en esa tradición, entienden que siempre hay que descubrir el mensaje que subyace a lo que dice el texto. Para Levi­nas, en eso consiste el interminable comentario del anti­guo Testamento. Yo añadi­ría: y la riqueza de la Palabra de Dios que siempre tiene algo nuevo que decirnos.

Levinás, como tantos exe­getas y hermeneutas de la Biblia, aunque desde su acostumbrada reflexión filo­sófica, sugiere que ningún versículo de la Biblia debe ser abordado en solitario, sin tener en cuenta el conjunto del libro como contexto de dicho versículo. En este sentido, hablando del manda­miento en cuestión -“amarás a tu prójimo como a ti mis­mo”-, afirma: “en el conjunto del libro, el otro goza siempre de prioridad con respecto a mí”. Esta aporta­ción de la Biblia en su conjunto ha iluminado todo el pensamiento de este filósofo judío, quien, en palabras de él mismo, ha pretendido que su filosofía encarne un principio ético fundamental: “después de usted, señor”. Dice en otra parte: “El otro siempre pasa antes”. Y aludiendo a la Sagrada Escri­tu­ra: “La Biblia es la prioridad del otro con respecto a mí”.

En fin, cuestionado sobre el significado del mandato “ama a tu prójimo como a ti mismo”, este pensador res­ponde diciendo: “Ama a tu prójimo; todo eso eres tú mismo; esa obra eres tú mis­mo; ese amor eres tú mis­mo”. De modo que el yo es el amor con que se debe amar al otro. Ni más ni menos.

 

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