Así lo define Josep Amengual I Batle, M.SS.CC, quien fue supervisor general de la Congregación Misioneros de los Sagrados Corazones. 

El pasado día 26 de julio pasó a la Casa del Padre, a la edad de 60 años, en la carretera que une Santiago y Santo Domingo, en la República Dominicana, a causa de un accidente de tráfico.

Una vez más el Padre de toda Vida se hace notar. Es cierto que la vida domina la creación; pero nuestra capacidad de apreciar las cosas reacciona muy fuertemente cuando la vida acaba en una persona querida. Es lo que experimento, antes  de la llamada del  padre  Julio a la otra forma de vivir, que es la plena y definitiva.

Lo conocí cuando yo llegaba a la media edad y él subía a la adolescencia. Eran unos años en los que se dio un cierto florecer vocacional en la Delegación del Caribe. Hasta en Montecristi, comunidad antigua y viva; pero también probada por la dispersión de los campos, digo de las comunidades cristianas, y por una economía repleta de promesas, y no muy llena de realizaciones.

Un misionero íntegro, pobre, amable, formado, cordial, y capaz de discernir.

Y quiero justipreciar el valor de la integridad de la persona, porque, sin que él tuviera continuamente en los labios el nombre del P. Fundador, vivió marcado por la ejemplaridad en sus relaciones y en sus opciones. El P. Fundador resaltaba la productividad misionera del testimonio cristiano, recordando a otro pobre, San Francisco de Asís. Esta integridad y coherencia personal es una de las maneras para hacer creíble que la Iglesia es santa. En personas como el P. César, podemos vislumbrarlo.

El P. Julio como misionero, se debía también al pueblo ruandés, por lo cual, acompañado de algún catequista, a servicios pastorales, litúrgicos, misa incluida, en la cual todo se proclamaba en kinyarwanda.

Pero si hemos recordado que celebró en Rwanda, hemos de recordar que en unos fructuosos años aportó su bondad a las parroquias de Santiago Apóstol de Sierra Bayamón, y, de refilón,a su vecina de San Juan Bta. de la Salle, de Puerto Rico, donde queda imborrable el recuerdo de un misionero amable.

Las dotes humanas del padre Julio le hacían una persona de confianza de los demás misioneros. Por esto, según el estilo de la vida religiosa, en muchas ocasiones fue elegido por votación como Delegado del Superior General. Supo acompañar a los hermanos mayores, que por nacimiento no eran dominicanos, hecho muy de agradecer y muy coherente con la espiritualidad del corazón, de los Sagrados. Corazones.

Agradezco su testimonio de vida plena, sin regateos con Jesucristo. 

Biografía

Empezó el noviciado el 17 de agosto de 1983. Hizo sus primeros votos el 17 de agosto de 1984. Fue ordenado el 30 de mayo de 1990. 

Fue párroco en San Fernando, de Monte Cristi, en Sta. Rosa de Lima, Santiago, Sagrados Corazones de  Fantino, Santa Rosa de Santo Domingo y Santiago Apóstol, en Bayamón Puerto Rico.

Perteneció al Consejo General de Congregación Misioneras de los Sagrados Corazones, durante 6 años. Estudió Espiritualidad en Roma.

Sus hermanos: Ángel Ramona del Carmen, Ubardo de Jesús, José Joaquín, Rafael del Carmen, Simón Bolívar, Andrés del Carmen y Argentina.

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