No actuó como un jerarca, jefe o patrón Nos revela la humildad y misericordia a la que estamos llamado como Cristianos

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Muy contrariamente nos gusta y hasta alabamos cuando otra persona, sobre todo si es de otro estatus o preponderancia en la sociedad y posee estas virtudes, solemos decir: “¡Qué maravillosa persona, qué humilde es!”, “¡Cuanta humildad tiene o tenía, si ya ha fallecido!”.

En conclusión, nos gusta verlo en el otro, pero no en nosotros. Verdaderamente no hay quien nos entienda. Entonces :

  • ¿Donde está el porqué de está resistencia?
  • ¿Qué se opone en nuestro ser para poder asumir tales virtudes?
  • ¿Cuales son los criterios que han predominado para que a pesar de que nos llamamos cristianos, no queremos aceptar la voluntad de Dios?

Nos atrevemos a resumir la respuestas a estas interrogantes de la manera siguiente:

  • Primero: Hemos sido “educados” dentro de esquemas y concepciones llenas de prejuicios y estereotipos, donde ser manso y humilde eran sinónimos de inferioridad y de incapacidad.

Ser manso era ser menso, tonto, falto de entendimiento o de razón y la humildad era una condición de una persona con limitaciones, debilidades, de baja autoestima y acomplejada.

  • Segundo: Que en la vida había que tener “ca­rácter”. Que en la práctica no es otra cosa que un insoportable carácter avasallador, soberbio… y esta llamada fortaleza de carácter había que tenerla porque si no, “los demás se les montaban a uno”… “este mundo no es para los débiles, porque si no, te tragan”… “el pez grande se come al pequeño”…

En una discusión “el que más grita es el que gana”… práctica común en nuestros días, porque “no se puede estar con ñeñeñé”…. “el que da primero da dos veces y es quien gana”…

  • Tercero: La vida laboral y empresarial estaba totalmente contaminada. El jefe o patrón tenía que estar colocado por encima de sus empleados, sin contemplación y muchas veces impenetrable.

De trato a distancia, exclusivamente laboral y muchas veces con sentimientos de menosprecio y actitudes excluyentes.

Este comportamiento, en muchos casos, también se reflejaba en los hogares hacia las domésticas o sirvientas, por las amas de casa, en que apoyada en el criterio de que “si le das la mano… te cogen el brazo” y que “si no lo hacen a la entrada, lo hacen a la salida”, creándose la ausencia de una relación fraternal y cristiana.

Todo esto sucedía y sucede en empresas y hogares cuyos protagonistas son “cristianos”.

Estos criterios y comportamiento eran sostenidos en la idea de que era la mejor manera para ser exitosos y productivos en una empresa o en el hogar.

  • Cuarto: La visión inculcada de que teníamos que ser autosuficientes y depender de nosotros mismos nos fue creando un peligroso orgullo, convirtiéndose esto en actitudes, que fueron colocando a esa persona por encima de los demás, creando toda una cultura de vanidad, desprovista de la necesaria solidaridad donde el otro también es importante para mi crecimiento y desarrollo en la sociedad.
  • Quinto: La influencia del llamado “éxito” en la vida que ha impregnado a la generación actual, donde no se trata de lo que podríamos llamar el resultado feliz de una buena preparación educativa, profesional o de la consecución de una buena y sana trayectoria de negocio, más bien, de un escalar posiciones al va­por, sin escrúpulos y sin contemplación.

De un llamado “bienestar” que en la mayoría de los casos la sociedad de hoy nos ha vendido y que muchos, incluyendo “cristianos” son engatusados, cayendo con toda facilidad.

Este llamado “bienestar” se apoya en todo un sistema de valores que da más prioridad a las cosas materiales que a los valores espirituales, que no responde a una integridad evangélica, sino que va sumergiendo al hombre de hoy a una lógica mundana de las riquezas vanas y de una “felicidad” cuestionada y efímera que lo va despojando de todo tipo de humildad y solidaridad.

Desgraciadamente seguimos los roles históricamente aprendidos y estas valoraciones son las que nos impiden, entre otras, el poder asumir el llamado de Jesús de «Seamos como Él, manso y humilde de corazón».

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