Ni un matrimonio más

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El matrimonio infantil es una aberración. Es marchitar la vida de niñas que sufrirán para siempre el martirio de ver tronchar su esperanza de ser felices. Es ponerle cadenas a sus sueños. Es enjaularlas en un espacio que traerá como resultado el deterioro progresivo de su existencia. El daño emocional y psicológico que le produce a una niña la unión conyugal con un hombre que puede ser su padre, o abuelo, deja una secuela incurable.

El matrimonio infantil en nuestro país debe llegar a su final. Hay que prohibirlo sin dejar ninguna excepción. Permanecer indiferente ante esta prác­tica es hacernos cómplices de una realidad que hace tiempo debió desaparecer. Todos los sectores nacio­nales debemos unirnos para reclamar el fin de esta ignominia.

El dinero de muchos hombres inescrupulosos no debe estar por encima de la dignidad de una mujer, y mucho menos de una niña. Ver una niña como una mercancía la cual se puede comprar, es una perversidad.

El matrimonio infantil es otra vergüenza para nuestro país, como son los feminicidios, porque en este caso es matar el presente y el futuro de niñas que las convierten en adultas cuando apenas comienzan como un capullo para transformarse en una flor.

Estado, familias y toda la comunidad nacional: detengamos esta barbarie.

Señores diputados y senadores, esperamos el apoyo total de ustedes para cambiar esta página triste de nuestra historia.

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