Monseñor Enmanuele Clarizio Conciliador eficaz en nuestras desavenencias patrias

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DECIMosegunda parte

 

En la sesión de confraternidad del comité coordinador de juventudes católicas, celebrada el 24 de marzo de 1965 en el salón de actos del colegio San Juan Bosco, habló la entonces dirigente estudiantil católica Vivian Mota, como ya se expresara en la entrega anterior, pero el discurso más fuerte y crítico fue pronunciado por el entonces joven periodista Juan Bolívar Díaz, en ese momento presidente del Senatus de la Legión de María.

Estaban presentes el Cardenal legado del Papa Pablo VI, Cardenal Raúl Silva Henríquez, el Cardenal Ferreto, el Arzobispo de Panamá Monseñor Clavel, Monseñor Clari­zio y las autoridades eclesiásticas dominicanas.

Por el interés histórico que re­viste, se transcribe íntegro el refe­rido discurso:

“Dignos representantes de Cris­to. Hermanos: trabajadores, estu­diantes y apóstoles en general:

Difícil es y en gran manera re­coger las inquietudes que en esta hora veinticinco de la humanidad y de la Iglesia agobian la juventud y sobre todo nosotros los jóvenes de las diversas organizaciones católicas del país. Y dicho sea de paso, aquí están representados los segla­res dominicanos en todas sus organizaciones de apostolado. O sea, Juventud Obrera Católica (JOC), Juventud de Acción Católica (JAC), Juventud Estudiantil Cató­lica (JEC), Movimiento Universi­tario Domi­nicano(MUD), Legión de María, Congregación Universi­taria Javier y otras congregaciones de apostolado y marianas. Y si este inmenso salón no está repleto es por los obstáculos e inconvenientes que hasta última hora mantuvieron insegura esta reunión.

Pero de todas maneras, aquí estamos todos. Y estamos despiertos. Prestos a conquistar el lugar que nos corresponde dentro de la Iglesia. Con nuestra presencia aquí, hemos querido gritar, aún con voces roncas, tres o cuatro cosas, que a nadie han de halagar. Porque no vinimos esta noche a halagar a nadie. Vamos a decir cosas serias. Cosas para meditar por largas horas.

Es sintomático que nosotros, las organizaciones de seglares, no ha­yamos podido encontrar un lugar dentro del presente Congreso Ma­riano. Y a pesar de que cinco meses antes, cuando se comenzó a prepa­rar el Congreso, el Comité Coordi­nador de Juventudes Católicas, lo solicitó.

¿Qué espera de nosotros, jóve­nes católicos, el mundo en que nos ha tocado vivir?, ¿Qué espera el pueblo dominicano que hagamos nosotros los jóvenes de Acción Ca­tólica?, ¿Qué espera la juventud que nos rodea, que nosotros hagamos por ellos y por todos?

Realmente, y con toda sinceridad, hasta hoy, ese pueblo, esos jóvenes, esos llamados al redil de Cristo, no espe­ran nada de noso­tros, es porque nosotros no hemos merecido esa confianza de parte de ellos. Es porque no hemos me­recido que ellos esperen de noso­tros. Y no lo hemos merecido porque hemos vivido alejados, separados, distanciados de ellos, y porque la Igle­sia en fin se ha alejado de ellos. Que no se diga que los hombres, que las masas, que las grandes muchedumbres humanas se han separado de la Iglesia. Es la Iglesia, la que se ha alejado de ellos. Y ya empezamos a poner cosas claras.

Hemos estado engañándonos y pretendiendo engañar a otros, con el sedante, de que nuestro pueblo es eminentemente católico. Y esto es una insinceridad.

Somos insinceros, porque aquí el 90% de la población ni siquiera oye misa. Y cuántos de esos que oyen misa, no debían ni siquiera pisar las puertas del templo de Dios.

Somos insinceros, porque nuestra juventud ahoga sus fuerzas en las oscuridades en las inmundicias de miles y miles de prostíbulos.

Somos insinceros, porque nuestra mujer pierde su dignidad en ma­nos de grandes y pequeños; porque nuestros hogares, no son hogares, y nosotros de esto no tenemos la cul­pa; somos insinceros, porque no hemos querido reconocer las verdades cuando se nos han dicho.

Bien sabemos nosotros, los que aún nos mantenemos atados a ese pueblo, cuáles son sus reacciones, ante ciertas actitudes nuestras.

 

Continuará.

 

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