Mayo, Mes de la Virgen y de las lluvias

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El mes de mayo nos trae el perfume de María y de las flores, y aguardamos que nos traiga también las lluvias. María, parte importante en el camino de nuestra fe, prima­vera de los creyentes, de ahí que con flores les tributamos en este mes, todo nuestro amor y agradecimiento por haber aceptado ser madre de nuestro Señor y Salvador, Jesús de Nazaret, corredentora junto al Re­dentor, insigne luz y signo de la esperanza nuestra realizada en ella, gracias al amor que Dios nos tiene y a su designio salvador hacia la huma­nidad.

Es ya tradicional el llevar cada día de mayo flores a la Virgen, antes se realizaba en nuestros campos, en las casas de señoras de mucha fe y veneración a María, hoy día debido al cambio cultural y en medio de nuestra sociedad urbana, esta práctica se sigue fomentando en las Eucaristías diarias en  algunas parroquias y capillas, y también una que otra abuela que lo realiza en su casa con sus nietos. Este es un recono­cimiento sencillo, natural pero gran­de a la Madre de Jesús y madre nuestra, pues ella encarna esa ternura de la fe que tanta falta nos hace en este mundo depravado y dado al pecado más que a la santidad.

Nosotros que vivimos en este caribe hermoso y maravilloso, en sí no tenemos estación de primavera, sino que todo el año es primavera, pero por esta época la floración de las plantas es más común, y de ahí el aprovechamiento que hacemos para  con las flores de mayo, tributar a María nuestro amor, fe, respeto y agradecimiento.

La fe necesita mediaciones y María es una de ellas, con mucha razón se le dice “medianera de todas las gracias”, pues con la encarnación del Hijo de Dios en María, todo el derroche de gracia salvífica nos llegó a nosotros por medio de ella, gran reconocimiento en su persona para toda la humanidad y ejemplo de la benevolencia y misericordia de Dios para con nosotros; si ella ha sido mediadora de la multiforme gracia de Dios para todos, lo mismo debemos hacer nosotros mediante nuestra fe: ser propagadores de la gracia de Dios, para impedir que la ausencia de la misma que es el pecado y la ausencia de Dios no sean las constantes actuales de nuestro mundo.

Y en mayo esperamos lluvias, pues hasta ahora este ha sido un año muy seco, pobre en lluvias, complicando más nuestra situación ambiental debido al cambio climático. Es triste ver que el cambio que experimenta la naturaleza, no es debido a un ciclo normal y propio suyo, debido a la autonomía con la cual el mismo Dios la creo, sino que se da a causa de la irresponsabilidad e irres­peto de nosotros los seres humanos al medio ambiente.

La desforestación de nuestras zonas boscosas, junto al poco cuidado y bajo fomento de las siembras de árboles y plantas, debi­do a la expansión anormal y sin control del espacio urbano, han hecho posible este descuadre de la naturaleza que estamos viviendo, donde las lluvias escasean y el calor se torna cada vez más insoportable.

En este mayo del 2019, oramos al Señor por intercesión de María, para que los hombres y mujeres del mun­do sean conscientes de su responsa­bilidad ecológica y actúen fomentando el cuidado y la protección del me­dio ambiente, y los ciclos naturales, como las aguas de mayo, se mantengan y fortalezcan, y así hacer de ­nuestro mundo un lugar de herma­nos, alrededor de nuestro padre Dios y de María la Virgen, nuestra santa y querida madre.

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