LECTIO DIVINA O LECTURA ORANTE DE LA BIBLIA

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Esta forma de orar con la Palabra de Dios ha sido uno de los redescubrimientos maravillosos realizados a la luz del Concilio Vaticano II. Ha habido todo un camino para llegar a él, pues esta fue la forma como la Iglesia desde los comienzos, se adentró en la lectura de las Sagradas Escrituras. 

Fue el Padre de la Iglesia Orígenes el que le dio el nombre de “Lectio Divina”, más tarde, en el siglo XIII, un monje llamado Guigo escribió una carta a un amigo con el título: “Scala claustralium”, que ha sido la Carta Magna de la Lectio Divina, con los cuatro grados o momentos que son: Lectio (Lectura), Meditatio (Meditación), Oratio (Contemplación) y Contemplatio (Oración).

El avance de los protestantes dentro de la investigación Bíblica a finales del siglo IX y comienzos del XX, va a ser el primer movimiento que llevará al redescubrimiento de la Lectura Orante, luego en nuestra Iglesia en los comienzos y mediados del siglo XX los movimientos teológicos en torno a la eclesiología, la cristología y la liturgia ayudarán en esta misma línea, pero el gran empuje estará alrededor de los años cincuenta, pero antes, en el centenario de San Jerónimo, en 1943, el Papa Pío XII en la Encíclica: Divinu Afflante Spiritu, invitaba a la recuperación de esta riqueza de la Iglesia, pero será el número 25 de la Constitución Dei Verbum del Vaticano II la que abrirá de nuevo la puerta a la Lectio Divina dentro de la Iglesia, pero podríamos decir que los años ochenta serán el gran boom de la Lectura Orante en la vida de los cristianos amantes de la Sagradas Escrituras.

Pero la Lectio Divina no es una oración mental sobre la Biblia o con la Biblia, pues en ella no somos nosotros los que ponemos de nuestra parte, sino que es Dios quien nos ofrece la posibilidad de recibir su luz. No es una simple meditación, ni una catequesis; ella tiene una dimensión personal y se realiza muchas veces en comunidad. Sobre esto último hay monjes que se oponen a que la misma se realice en comunidad, pues dicen que ella tiene un carácter individual y así debe continuar, porque se convierte en una celebración de la Palabra, pero el hecho es que la Lectura Orante ha llegado al Pueblo de Dios y ya ha hecho de ella un elemento importante en el proyecto de la vivencia de su fe y sus frutos son señales de una moción del Espíritu alrededor de la Palabra de Dios.

El número 249 del documento de Aparecida, nos pide retomar la Lectio Divina en los cuatro puntos que expuso el monje Guido: 1) La lectura: que es leer el texto, releerlo, volver a los versículos que más nos llamen la atención. 2) Meditación: Es ver qué le dice esa Palabra de Dios a mi vida. 3) Oración: lo que le digo a Dios en forma de alabanza, acción de gracias o petición ante esta Palabra suya. 4) Contemplación: que es el momento culminante y grande de la Lectio, pues es escuchar a Dios, qué Dios me dice ante esta Palabra. 

En algunos grupos ha surgido lo que llaman el  Actio o Acción como último paso de la Lectura Orante, algunos monjes sostienen que no es necesario y al parecer nuestros Obispos también, pero como la Lectio Divina ya es algo de todo el pueblo de Dios, en su mayoría laicos, pues ellos quieren vivenciar en sus vidas esa Palabra que han recibido, ya que no viven en un monasterio, sino en el mundo, lugar de su quehacer como hijos de Dios y cristianos.

El Vaticano II, y el documento de Aparecida nos hacen una invitación para que todos retomemos este caminar de la Iglesia por la Palabra de Dios, que es la Lectio Divina o Lectura Orante de la Biblia.