Es cierto: de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco; en mi caso se agrava o simplifica, no sé,  por mi condición de abogado y amante del ajedrez. Eso sí, la vida es un eterno caminar. En un ambiente sano de dignidad y respeto, debemos explorar otros senderos, conocer, atrevernos a traspasar horizontes. 

Hace meses un amigo me motivó a participar en un concurso de poesía. No me inscribí, pero quedó un libro de poemas, agradable invento que refrescó mi alma. Ahí nació “Las Elsas y yo”. Rescaté, a veces transformé, poemas escritos cuando era imberbe. Naturalmente, la mayoría son recientes, con el riesgo que conlleva la madurez, dulcemente tentada a podar la inspiración. 

Fue un inmenso aprendizaje; brotaron ideas que sacudieron mi esencia. Liberé reflexiones  escondidas y sentimientos atrapados que ni yo mismo sabía de su existencia y que no brotan al escribir artículos, al menos en lo que me atañe; esas musas audaces, profundas, alegres y dolorosas, surgen solo con poemas. Me concentré en la condición humana, los problemas sociales y el amor, a veces todo entremezclado.

Con los dos primeros temas fue sencillo, con el tercero hice malabares, pues en ese instante mi amor estaba en huelga (me refiero a la ausencia de pareja). Así las cosas, inventé historias de amor y desamor, ejercicio que me agradó hasta el grado de que creo soñar con una de las princesas imaginadas.

El título del libro, “Las Elsas y yo”, es un poema. Mientras lo escribía se me ocurrió la feliz idea de publicar, conjuntamente con los míos, poemas de mi madre y de mi hermana, llamadas Elsa, al igual que mi amada hija más pequeña. Mi progenitora es una poetisa consumada y mi hermana ya había incursionado en ese género. Yo, la primera vez.

Les presento una de mis creaciones, con la esperanza de que, si me leen, perdonen mi osadía. Se titula “A palos”. Es cruda, irreverente quizás; tristemente tan común, que no percibimos cuando ocurre, aún siendo nosotros los perjudicados.

“(I) El primer golpe convertiría en Dios al ejecutor./Con sus estacas, los malvados se acercaron sin disimulo./Rodearon a la víctima,/ambicioso ritual que precedía y predecía lo salvaje./Mientras se acercaban, en los palcos, las fieras vitoreaban,/su prole aprendía./Y la probidad, rasgada por la impotencia,/se alejaba sin descendientes,/el día de la ejecución pública del erario.

(II) Preparados para la guerra, los convidados animados se pavonean. /¡Cobardes, el botín está al alcance de un feto! Un arcoíris desteñido,/parasitaria turba se concentra en la piñata./Transparente, la caja de cartón,/no contradice el propósito de los verdugos;/los guía para no fallar./Vaticinan lo que recibirán: dos por dos, nueve./Ambición: ¿de cuántas muertes culpable eres?”.

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