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LA REVELACIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO

Jesús, Palabra de Dios hecha carne (Jn. 1,14), vino a llevar a plenitud y perfección la revelación iniciada en el AT. Por eso con Jesús termina el tiempo del Antiguo Testamento. Estamos ya en la nueva y definitiva Alianza. No hubo ni habrá una comu­nicación más extraordinaria que la llevada a cabo con la encarnación del Hijo de Dios, en quien se cumplen y se realizan todas las pro­mesas del AT.

Nuevo Testamento - ¿Qué es?, estructura y sus libros

Esta revelación y salvación Jesús la lle­vó a cabo a través de toda su persona: con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos v milagros, y sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad.

Los Apóstoles, testigos de las palabras y obras de Jesús, transmitieron lo aprendido de su Maestro. Ellos, fieles a la misión recibida de El y asistidos por el Espíritu Santo, anunciaron y comunicaron la salvación a todos los pueblos.

 Esta revelación que es plena en Cristo Jesús y que está consignada en los libros del NT, no es comprendida plena y exhaustivamente por nosotros. Por eso, a través de los siglos, va creciendo su comprensión con la ayuda de todo el pueblo de Dios guiado por el Espíritu Santo.

DIOS NOS SIGUE HABLANDO

Hemos visto có­mo Dios se fue revelando paulatinamente, y cómo su revelación ha quedado consignada por escri­to en los libros de la Biblia. Pero la Biblia no es un mensaje del pasado, sino que es una pa­labra viva y eficaz, más cortante que espada alguna de dos filos (Hebr. 4,12-13). Aunque fue escrita hace mucho tiempo, sin embargo su men­saje sigue siendo válido en nuestro tiempo ya que contiene la Palabra viva de Dios.

Dios nos habla también a través de los acontecimien­tos de nuestra vida personal (alegrías, penas, enfermedades, éxitos, etc.), y a través de los fenómenos de la natu­raleza que afectan a la humanidad (terremo­tos. sequías, lluvia necesaria, etc.).

Dios tam­bién nos comunica su mensaje a través de nues­tros semejantes. Las palabras, las actitudes, las carencias, la vida entera de nuestros hermanos es una auténtica palabra del Señor cuando sabemos discernirla a la luz del Evangelio, y somos capaces de salir de nuestro egoísmo para ir al encuentro del hermano, pobre todo del más necesitado e indefenso (Mt. 25,31-46; Le. 10,29-37).

La palabra escrita en la Biblia, la palabra aconte­cida en la vida diaria, y la palabra presente en el hermano se interrelacionan mutuamente. La Biblia nos hace cuestionarnos nuestra vida: nuestros valores, nuestros criterios de juicio, nuestras actitudes, nuestra sociedad, nuestras estructuras económicas, ideológicas, políticas, etc.

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