LA PROMESA DEL SOLIDEO

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Ya de sacerdote, desde joven, lo visitaba con frecuencias, con toda confianza. Cuando tenía su oficina en el mismo Seminario, mientras remozaban el Arzobispado. Ya yo era sacerdote; y después lo visitaba en la misma sede del Arzobispado actual.

Fue en una de esas visitas, cuando la Sede del Arzobispado estuvo transitoriamente en el Seminario Mayor, actual PUCMM, que me dijo: -“Cuando seas Obispo, yo te regalaré el primer solideo”. Para mí fue una sorpresa esa frase. También fue el primero en anunciarme esa tarea de Obispo.

Debo recordar que años más tarde, debió ser en 1977 o 1978, en la sacristía de la Basílica, antes de él subir al altar para la Misa, me colocó su solideo sobre la cabeza y sonrió sin decir nada.

Cuando me nombraron Obispo, el 2 de diciembre de 1989, lo fui a visitar enseguida. Por supuesto que le pedí el solideo prometido. Le dijo, entonces, a Gaspar, su asistente, que me fuera a buscar uno. Gaspar regresó y le dijo que ya no tenía color morado, de Obispo. Le dijo entonces que me diera uno rojo, de Cardenal. No tenía más remedio que aceptarlo; y lo regalé 32 años más tarde a Anthony García, quien me asiste en muchas cosas, para una Colección de Solideos, que está preparando.

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