La ola, la roca y la playa

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La ola, la roca y la playa 

Según el Evangelio de San Lucas 6, 27-38

¿Sabe lo que es un “bufadero”? En el malecón hay un sitio al que le llaman así. Es un espectáculo natural, que se presenta especialmente los días en que está soplando viento del sur.

Las olas de nuestro mar Caribe, embravecidas por el viento a favor, se estrellan contra la resistencia firme que le ofrecen las rocas de nuestro litoral.

Una de esas rocas tiene un agujero que va desde cerca del agua hasta arriba, y cuando la ola se estrella con violencia, sale por el agujero una columna de aire y agua, produciendo un sonido parecido a un resoplar.

Dice el diccionario que bufar es “el resoplar con ira y furor del toro, el caballo y otros animales”. Es exactamente lo que parece hacer aquella roca, de modo que el nombre de “bu­fadero” está muy bien puesto. Ya sabe usted lo que es.

No muy lejos de aquel sitio en el malecón, hay una pequeña playa, donde también vienen a parar olas embravecidas. Pero allí el efecto de las olas es muy diferente.

La playa no ofrece la firme resis­tencia de la roca, al contrario, parece acogerla, aceptándola como algo ­natural. El resultado es que no hay cho­que, no hay bufadero, y la ola se vence en la suavidad de la arena, reti­rándose luego con una espuma que parece una sonrisa amistosa.

¿A qué viene todo esto? ¿Es que hemos cambiado el tema en estos “Dos Minutos”? No. Lo que sucede es que en el Evangelio de este domingo aparece esta frase:

“No hagan frente a los que los ofende”.

Y se nos ha ocurrido que podría­mos pensar qué somos, y qué queremos ser:

  • Si olas, que embravecidas por el viento de nuestros propios problemas personales, pronunciamos frecuentemente palabras duras y actuamos agresivamente…
  • Si rocas, que ofrecemos resistencia firme a quienes nos agreden, y vivimos bufando…
  • O si playas, que sabemos aceptar como algo inevitable y natural que en ocasiones alguien sea agresivo, y en vez de responder de igual forma, escu­chamos al Señor y “no le hacemos frente”.

Creo que el Señor nos dice hoy que la actitud de la roca, “ojo  por ojo y diente por diente”, es algo que con la potencia de su ayuda podemos supe­rar.

Nos asegura que podemos conquistar el equilibrio, el dominio, la paz y sobre todo la libertad de la playa.

LA PREGUNTA DE HOY

¿Por qué sólo la playa es libre?

 

La ola no es libre; está impulsada, manejada y dominada por el viento de sus propias emociones, las cuales no puede controlar. La ola es esclava de su imagen, de su aparente dominio, de su falso yo.

La roca, por su parte, es esclava de la ola. Ella sólo sabe oponerse, juzgar, criticar y condenar. Es esclava de su pesimismo, y su propia actitud de derrotismo la inmoviliza y la condena. Ella es una esclava de otras esclavas, que son las olas.

Sólo la playa es libre, Sí. Sólo la playa tiene paz, es compasiva, como lo es su Padre. Sólo la playa “es hija del Altísimo, que es bueno con los ingratos y pecadores”.      (Lucas 6, 35)

Esa es la buena noticia de hoy. Nosotros con la ayuda del Señor Jesús, quien dio ejemplo de cómo ser playa, podemos obtener la libertad de los hijos de Dios, y en medio de olas agrediendo, y de rocas criticando, podemos ser sembradores de paz.

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