Jornada Mundial de la Juventud Fiesta de esperanza para la Iglesia y el mundo

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Cientos de miles de personas de todo el mundo se reunieron para recibir al papa Francisco en la ceremonia de acogida y apertura de la Jornada Mundial de la Juventud 2019 (JMJ). Este evento masivo ocurrió el jueves 24 de enero, en la Cinta Costera de la ciudad de Panamá. El Pontífice aprovechó la oca­sión para exhortar a los jó­venes a aceptar nuestras diferencias, a amarnos los unos a los otros y también a res­ponder al llamado de Dios.

El Santo Padre desfiló acompañado de cinco jóve­nes que representaban los continentes. Cada uno le dedicó unas palabras en nombre de su país o región. “Queremos ser esperanza”, “La cruz debe ser forma de vida y de paz, fueron de las frases pronunciadas por los delegados.

Después del acto introductorio, el Arzobispo de la ciudad de Panamá, Monse­ñor José Domingo Ulloa le dio la bienvenida formal al evento. “Hemos orado mu­cho esperando este momento. Gracias Santidad por elegir este suelo centroame­ricano para hacer esta Jor­nada”, expresó Ulloa, quien agregó que elegir su país como sede le brinda la oportunidad a jóvenes marcados por la exclusión y la pobreza, de descubrir que son los protagonistas de la Iglesia y la sociedad.

Culminadas las palabras del Arzobispo, esta fiesta de la juventud continuó con una presentación de los Pa­tronos de la Jornada: San Juan Pablo II, san Juan Diego, san Martín de Po­rres, santa Rosa de Lima, san Don Bosco, José Sán­chez del Río y Oscar Rome­ro. Con una breve reseña de cada uno se recordó a todos estos Santos que son un ejemplo de sacrificio y en­trega para los jóvenes.

Todos esperaban con an­sias las palabras del Papa, quien rompió el silencio con una oración. Después de la lectura de la Palabra, inició el discurso papal cautivando la atención y los co­razo­nes de los presentes: “La Jornada Mundial de la Ju­ventud es otra vez una fiesta de alegría, una fiesta de esperanza para la Iglesia toda y, para el mundo, un enorme testimonio de fe”. Expresó el pontífice.

Invitó a la multitud a va­lorar las diferencias que distinguen una cultura de otra, pero que no impiden que se creen lazos de amor los unos con los otros. Motivó a enfocarse en la fe que une a toda la comunidad cristiana, la cual supera cualquier ­disimilitud. “Tenemos mu­chas diferencias, nos vestimos diferente, pero pode­mos tener un sueño común. Sí, un sueño grande y capaz de cobijar a todos. Ese sue­ño por el que Jesús dio la vida en la cruz y el Espíritu San­to se desparramó y tatuó a fuego el día de Pentecos­tés en el corazón de cada hombre y cada mujer…” Tam­bién hizo énfasis en el lema de la Jornada, de se­guir el llamado que nos ha­ce Dios, así como lo hizo María cuando se le apareció el ángel.

Como reflexión final, el Obispo de Roma incentivó a todos los jóvenes a que le pidamos a Dios que nos en­señe amar, así como él nos ha amado. Concluyendo con unas palabras de agra­decimiento a los res­ponsa­bles de que esta celebración se haya hecho realidad.

    

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