Ideas para reflexionar y vivir en tiempos de crisis

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Con el título de “Cómo vivir en tiempos de crisis” (Edi­torial Icaria, España), publicaron en el año 2010 un hermoso y profundo texto los destacados intelectuales fran­ceses Edgar Morin y Patrick Viveret. En el mismo, se contienen ideas valiosísimas para reflexionar en torno al cambio epocal en que estamos in­mersos y las actitudes ante el mismo.

Ante la irrupción de la ­te­rrible pandemia del covid-19, con toda su secuela de inte­rrogantes, miedos e incerti­dumbres, viene muy a cuento reparar en algunos aspectos esenciales del texto seña­lado.

1.- Las crisis agravan las incertidumbres, favorecen los interrogantes; pueden estimular la búsqueda de nuevas soluciones o, por el contrario, provocar reacciones patológicas como, por ejemplo, seña­lar un chivo expiatorio. Por consiguiente, son profundamente ambivalentes.

2.- En tiempos de crisis, es necesario aprender a pensar la realidad en toda su complejidad. Complejo viene del latín “complexus”, es decir, “lo que está tejido conjuntamente”. Penosamente, como señalan los autores in­dicados, “…una de las tragedias del pensamiento actual es que nuestras universidades y grandes escuelas producen profesionales y especialistas cuyo pensamiento está totalmente compartimentado. El economista sólo verá la di­mensión económica de las cosas, tanto como el religioso o el demógrafo verán las suyas, y todos chocarán con la dificultad de concebir las relaciones entre las diferentes dimensiones. La inteligencia que sólo sabe separar rompe la complejidad del mundo en fragmentos que no encajan, y disminuye las probabilidades de comprensión y reflexión. Así, pues, a medida que los problemas se vuelven planetarios, mayor es la dificultad en pensarlos; cuanto más progresa la crisis, más progresa la incapacidad de pensarla.

3.- Hay que estar abierto a la incertidumbre, a lo inesperado. Hay que ser sensible a lo débil, al acontecimiento que nos sorprenda; hay que estar listo para repensar continuamente el estado del mundo. ¿No es precisamente, la emergencia de esta pandemia planetaria, el ejemplo más elocuente de lo antes afirmado? Una minúscula bacteria ha cambiado completamente el curso del mun­do. Y muy probablemente, sin punto de retorno. Nada está predicho.

4.- Nuestros antepasados, cazadores-recolectores vivían en un mundo incierto, nunca seguros de encontrar caza, totalmente sometidos a los caprichos de la naturaleza. La toma de conciencia del riesgo puede estimular las defensas. Hay que apostar.

5.- La apuesta es la integración de la incertidumbre en la esperanza. Es un error creer que la acción sólo es posible a través de una acción simplista y maniquea de la situación. La complejidad in­cita a los retrasos, suscita la duda, puede ser durante mu­cho tiempo un obstáculo a la acción, pero no impide la decisión. La incertidumbre esti­mula porque llama a la apuesta y a la estrategia. Es evidente que no hay que avanzar de forma pulsional ni irreflexiva, pero es necesario actuar. Apuesta y estrategia. ¡Y adelante!

6.- La cuestión de los grandes desafíos del mundo que viene nos remite, no a un “fin del mundo”, sino al “fin de un mundo”. Es un momento crucial donde la crisis es a la vez, como dice el ideograma chino, fuente de peligro, pero también fuente de oportunidades. El Apocalipsis no es la catástrofe sino la relevación.

Evidentemente, es un mo­mento de bifurcación crítica que puede comportar aspectos destructores, pero que también es una fundamentalmente una fuente de renaci­miento.

7.- Necesitamos apoyar­nos mutuamente, porque vivir la humanidad es un oficio, en el sentido estricto y pleno de la palabra como “ministerio misterioso”. Existe una articulación entre los desafíos de transformación personal y los retos de transformación social.

Necesitamos trabajar esos dos polos. La humanidad no podrá vencer esos colosales desafíos, y evitar un descarri­lamiento, si no es capaz de hacer ese trabajo sobre sí misma, si no utiliza estos retos como la ocasión de una revelación, de dar un salto en su calidad de ser, en su calidad de conciencia. El reto es ¡crecer en humanidad!