Es una blasfemia proclamarse terrorista en nombre de Dios

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514 El terrorismo se debe condenar de la manera más absoluta. Manifiesta un desprecio total de la vida humana, y ninguna motivación puede justificarlo, en cuanto el hombre es siempre fin, y nunca medio. Los actos de terrorismo hie­ren profundamente la digni­dad humana y constituyen una ofensa a la humanidad entera: «Existe por tanto, un derecho a defenderse del terrorismo».1081 Este derecho no pue­de, sin embargo, ejercerse sin reglas morales y jurídicas, porque la lucha contra los te­rroristas debe conducirse res­petando los derechos del hombre y los principios de un Estado de derecho.1082 La identificación de los culpables debe estar debidamente pro­ba­da, ya que la responsa­bilidad penal es siempre personal y, por tanto, no se pue­de extender a las religiones, las Naciones o las razas a las que perte­necen los terroristas. La colaboración internacional contra la actividad te­rrorista «no puede re­ducirse sólo a operaciones represivas y punitivas. Es esencial que incluso el recurso necesario a la fuerza vaya acompañado por un análisis lúcido y decidido de los motivos subyacentes a los ata­ques terroristas».1083 Es necesario también un compromiso decidido en el plano «político y pedagó­gico» 1084 para resolver, con valentía y determinación, los problemas que en algunas dramáticas situaciones pue­den alimentar el terrorismo: «El reclutamiento de los te­rroristas resulta más fácil en los contextos sociales donde los derechos son conculcados y las injusticias se toleran du­rante demasiado tiempo».1085

 

515 Es una profana­ción y una blasfemia proclamarse terroristas en nombre de Dios: 1086 de ese modo se instrumentaliza, no sólo al hombre, sino también a Dios, al creer que se posee totalmente su verdad, en vez de querer ser poseídos por ella. Definir «mártires» a quienes mueren cumpliendo actos terroristas es subvertir el concepto de martirio, ya que éste es un testimonio de quien se deja matar por no renunciar a Dios y a su amor, no de quien asesina en nombre de Dios.

Ninguna religión puede tolerar el terrorismo ni, me­nos aún, predi­carlo.1087 Las re­ligiones están más bien comprometidas en colaborar para eliminar las causas del terrorismo y promover la amistad entre los pueblos.1088

 

 

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