Junio siempre ha sido un mes sumamente eucarístico, ya que la fiesta de Corpus Christi, casi siempre se celebra en este mes, pero en este año ha sido el 30 de mayo, lo que nos deja con la festividad del Corazón de Jesús como celebración céntrica en esta ocasión.

En otras ocasiones hemos hablado sobre esta fiesta de la Iglesia en este mismo espacio, pero lo que se diga acerca del Corazón de Jesús, siempre será poco, para todo lo que este elemento de fe quiere expresar, pues son muchos los santos y santas de la Iglesia que se han sentido inspirados a hablar acerca de todo lo que el Corazón de Cristo entraña. Muchas congregaciones religiosas y misioneras basan su espiritualidad en esta devoción y todavía esa pintura con la figura de Cristo y ese corazón ardiente, nos hace sentir y expresar lo sublime y grande que el amor de Jesús significa para nosotros y lo que nosotros significamos para él.

Primero, el corazón es el órgano del cuerpo que se identifica con nuestra dimensión afectiva, elemento de gran importancia en estos tiempos, pues somos herederos de una modernidad basada en elementos de la razón, la cual olvidó que el cuerpo es más que eso.

Los estudios acerca del hombre que menospreciaban entrar en esta esfera de la vida, la cual incluso era vista como vestigio de nuestro primitivismo, hoy día si se quiere hacer un acercamiento serio y frontal acerca del ser humano, tiene que contar con una parte dedicada a la afectividad, si verdaderamente quiere ser bueno, válido y completo. Pues nuestros sentimientos son parte nuestra, muy importante, aunque haya gente que hoy día pueda exagerar y abusar de ella, pero dentro de todo ello ya sabemos que el sentimiento del amor tiene carácter abarcador y fundamental, pues cuantos han logrado satisfacer sus ansias de razón y de afectividad, pero si no hay una presencia auténtica y vivaz del amor, se siente que no se tiene nada.

Desde esa dimensión antropológica y experiencial se enraíza nuestra vivencia espiritual acerca de la espiritualidad, en torno al Corazón de Jesús en nuestra vida cristiana: Jesús puede significar muchas cosas para nosotros, puede ser elemento de abordaje desde diferentes vertientes, pero la que más impacta y dice es la dimensión amorosa que el Hijo de Dios tiene hacia cada uno de nosotros, ya que es un amor sin igual, dado en una entrega total, por encima de nuestras faltas y pecados, pues lo más grande en cuanto al amor es aquel que es capaz de darse por entero, de manera oblativa y total, sin esperar nada a cambio, y seguir dándose a pesar de los rechazos, pero mantenerse en una constante universal y eterna, la cual solo Cristo Jesús ha hecho y sigue haciendo.

La devoción al Corazón de Jesús es la muestra más patente del amor que Cristo nos tiene y el cual debemos de agradecerle a él amándole también, a partir del amor que vamos dando a nuestros hermanos, ya que lo de Jesús se hace visible en el otro, pues con él, la cuestión no es simple expresión de sentimentalismo meloso y de lágrimas, sino un accionar en bien del otro, de aquel que se me presenta frágil y vulnerable: necesitado, y yo, por haber vivido la experiencia de sentirme amado por Jesús, y no de manera caprichosa, salgo de mí hacia el encuentro del otro y hago algo, a sabiendas de que no sólo hago a mi hermano destinatario de mi amor, sino al mismo Cristo que me amó primero.