Dios es nuestro Padre que nos ama, nos creó por amor. Este Padre todo el tiempo nos educa. Hasta la actuación del mal podemos ver desde esta perspectiva, donde se está probando nuestra libertad. Este mal tiene su tiempo, pues en fin de cuenta volverá el orden y lo de Dios ganara y lo único que debería interesarnos es, si aún tendremos la fe. Gracias a Dios no estamos solo a nuestro lado está el vencedor del mal.

Las circunstancias en el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis, donde la Mujer es tanto la Madre del Mesías como el símbolo de la Iglesia. Esto nos permite decir que Miguel está íntimamente relacionado con el Pueblo de Dios, del cual María es la partícula y el tipo escogida, es decir, una imagen. La  actitud de servicio, entrega a Dios, su obediencia y humildad corresponden al significado del nombre del líder de las fuerzas angélicas: Miguel, que significa “Quién como Dios”.

María es, por tanto, lo contrario de los ángeles caídos que fueron desobedientes, orgullosos y no preparados para el servicio. La Mujer de Apocalipsis es una Mujer resplandeciente de hermosura, ataviada de lino fino, reluciente y limpio, que significa las justas obras de los santos. (cf. Ap 19, 7s). Por eso el Dragón bíblico arde en su ira, la persigue y quiere devorar a su Hijo, porque la Virgen María (y en su consecuencia también la Iglesia) es una contradicción de sus elecciones.

Miguel, que defiende a la Mujer, se acerca a la actitud de Juan Bautista, que también se autodenomina amigo del Esposo (cf. Jn 3,29), defendiendo Su crédito. Para San Juan, Dios y Su ley era la única que valía la pena seguir. Dios quería ser obediente. Aparte del Creador, nadie ni nada era importante para él, nada digno de respeto, atención o amor. Lo mismo ocurre con el Miguel de pelo blanco; para él también, Dios es el único y más importante, sólo le rinde homenaje y respeto, obedeciéndole, porque sólo a Él le ama. Por eso (Quien como Dios) se acerca tanto a la persona de Juan Bautista, quien podría -caracterizando su vida- exclamar: “¿Quién puede ser mayor que Dios?” Por supuesto, Juan no hizo esta pregunta, pero la respondió con su vida. Mostró que nadie ni nada era más grande que Dios y Su ley.

La actitud de Miguel, defendiendo a la Mujer, está en armonía con las palabras de San Pablo. Porque en 2 Corintios el Apóstol escribió: “Estoy celoso de ustedes, y son celos de Dios, pues los he ofrecido a Cristo como una joven virgen a la que yo he desposado con el único esposo” (2 Cor. 11,2). Así como para el Apóstol de las naciones Cristo era único y digno de alabanza y de amor, así también para San Miguel, la única y especial era la Mujer vestida de sol, que da a luz al Salvador al mundo. Y defiende a la Mujer y su descendencia.  Por lo tanto está listo para luchar, si  solo con esta lucha puede evitar el peligro.

¿Qué está haciendo Miguel? El libro de Apocalipsis es bien medida la información  sobre ello, no da muchos detalles sobre la lucha que Miguel y sus ángeles iban a girar y sus consecuencias. El autor solo informa al lector que “se desató una batalla”(Ap 12.7) y asegura que el Dragón (y sus ángeles) “no pudieron vencer” a Miguel y sus ángeles, que habían escapado de esta pelea. La fuerza del Dragón y su ejército resultaron insuficientes para ganar y, por lo tanto, cayeron. Estamos menos interesados ​​en las consecuencias posteriores de la lucha perdida, pero lo que es importante para nosotros, también hoy, es el hecho de que la mujer y su descendencia salieron victoriosos. Es importante lo que escribe el Apocalipsis, que habla de la eficacia del ejército angelical, defendiendo a la Mujer. Ha ganado, y es una victoria final y definitiva.

Padre Jan Jimmy Drabczak CSMA

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