Eran los años primeros de mi infancia.Todavía no tenía edad para la escuela, pero asistía por la tarde a una pequeña escuelita que tenía un gran hombre inteligente y sabio del lugar de nombre Eligio Santos al cual todos llamábamos el maestro.Era medidor de tierra, barbero,y de gran respeto y seriedad en el lugar. No sé si eran cinco, diez o veinticinco centavos lo que le pagamos semanal, pero ahí dimos nuestros primeros pininos en el ámbito de nuestra educación escolar. Recuerdo que ahí aprendí el nombre de cada uno de los dedos:  mayor, índice, anular, meñique y pulgar; el mayor pienso sobresale, el índice indica, el anular para el anillo, el meñique para escarbar los oídos y el anular no tenía ninguna gran aplicación o uso hasta precisamente este siglo gracias al auge tecnológico que hemos experimentado.

¿Cómo así? Sería la pregunta específica, pues resulta que cuando aparecieron los llamados blackberry y los teléfonos inteligentes, con sus aplicaciones comunicativas mediante el envío de mensajes escriturísticos, sobre todo los últimos con la aplicación  de WhatsApp, Facebook, Instagram  y demás, el pulgar comenzó a servir para algo, pues usualmente se sostiene el aparato con  ocho dedos de las manos y se escribe con los dedos pulgares, en algunos casos con una agilidad pasmosa. Podrá haber alguna que otra persona que tome el aparato con una mano y comience a puntear o a escribir con el índice, pero no es lo común y lo propio, y poco ágil, pues ya es usual ver a la gente escribir en la forma ya descrita con los pulgares; así que ese dedo que por sí solo no tenía ninguna aplicación, desde mi punto de vista, hoy día es imprescindible y sumamente importante a la hora de comunicarnos a través de un teléfono inteligente.

Hoy, son muchos los que se pasan el día usando los pulgares, hurgando en el universo del internet  y en las redes sociales y enviando un sinfín de mensajes y cosas, jugando, buscando, en sus aparatos telefónicos inteligentes. Hombres y mujeres, sin importar la edad, aunque más en el ámbito adolescente y juvenil, y en todas las latitudes del mundo pasan su día usando los pulgares, a tal punto que no pueden estar un instante quietos sin manosear su teléfono en búsqueda de la última noticia, novedad, descubrimiento o estupidez que alguien haga por ahí.

Es interesante y a la vez triste, como amigos se encuentran para compartir, se saludan, hablan, se preguntan algunas cosas, comen algo, beben y luego un silencio, pues cada cual se centra en su aparato. Igual pasa en los encuentros familiares, hasta en ceremonias religiosas vemos personas que no se aguantan y rápidamente empiezan a usar sus pulgares. Es la nueva tendencia, el nuevo vicio, o la nueva esclavitud.

El Papa Benedicto XVI,, en una Cuaresma invitaba  a hacer un ayuno del teléfono celular y todo lo que él implica, y en algunas parroquias y comunidades se ha fomentado esta práctica, para ayudar a que la gente no dependa tanto de estos aparatos y sepa dominarlo, no que ellos le dominen.Poder llegar al justo equilibrio, pues son instrumentos y medios muy buenos e interesantes para la comunicación, la convivencia y para la ayuda humana, pero como todo en demasía, y sin control, puede no ayudar al sano desenvolvimiento en nuestras vidas.

Damos gracias a Dios por el buen uso del dedo pulgar de cada mano en esta era de la tecnología, pero que no seamos esclavos del teléfono inteligente y sus aplicaciones, que seamos más inteligente que él, y tengamos un verdadero control en el uso.

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