El día séptimo de la semana

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Resulta natural que nos preguntemos ¿por qué unas religiones dedican al Señor el sábado y otras el domingo?

Éxodo 31,15, afirma: “Seis días se trabajará; pero el día séptimo será día de descanso completo, consagrado a Yahveh. Todo aquel que trabaje en sábado, mo­rirá”. Queda claro que, para todo israelita, bajo pena de muerte, el sábado es el día dedicado a “santificar” (qdsh) a Dios.

Los días de la semana recibieron sus nombres durante la era romana en honor a los planetas reconocidos por la Astrono­mía clásica: al sábado le derivaron el nombre de Saturno; sin embargo, en la Biblia la etimología del “sábado” es un tanto confusa. Podría provenir del hebreo shabbât. Génesis 2,2: shâbat: hacer fiesta, cesar el trabajo; del hebreo sheba: siete; del acádico shapattu: luna llena; del ara­meo shb: hacer una revolución; o del árabe shbb: engrandecer o crecer.

A pesar de la confusión y la falta de acuerdo que ha provocado entre los exe­getas, nadie duda la centralidad que tiene el día del sábado en el Antiguo Testa­mento (AT), el cual entra en el Decálogo de Moisés (Ex 20,8; Dt 5,12). En atención a que Dios “cesó del trabajo” realizado al séptimo día de la Creación (Gn 2,1ss), de igual modo, el universo y la humanidad deben hacer lo mismo.

El sábado también hace memoria de la salida de Israel de Egipto, en la cual el Pueblo elegido celebra su libertad, por lo tanto, los textos bíblicos lo presentan como signo de la alianza de amor entre Dios y su pueblo: la observancia del día dedicado a YHWH (Yahveh) es signo de bendición; la transgresión, signo de muerte.

En los textos bíblicos del AT se distinguen dos momentos o comprensiones sobre el significado del sábado: hasta antes del Exilio (siglo VI a.C.) hace refe­rencia a la fiesta del Novilunio – Luna Nueva – (Os 2,13; Am 8,5) y durante el Exilio, el sábado se convierte en día del descanso semanal. Algunos son de opi­nión que antes del Exilio ya existía un día de descanso entre los israelitas por razo­nes humanitarias (Ex 23,12; Dt 5,14). Cualquiera que sea la razón: religiosa, por descanso o humanitaria, lo cierto es que el sábado juega un rol centralísimo en el ju­daísmo (Is 56,1-7; Neh 13,15-22). Para un israelita es irrefutablemente que “santifi­car” el sábado es un mandato divino, en el cual, el hombre, cesando de trabajar, muestra que renuncia a toda pretensión o ilusión de omnipotencia, imita a Dios y reconoce que los demás son personas y les ofrece la posibilidad de relaciones justas.

Jesús, como verdadero judío, realza el significado del sábado, defiende y prac­tica el culto mandado realizar en sábado (Mc 1,21-22) y, al mismo tiempo, protege la dignidad y la libertad de toda persona, colocándola por encima de toda norma que pueda esclavizarla (Mc 2,27-28). Esta lectura que hace Jesús sobre el sábado, entra en la Carta a los Hebreos 4,1-11, donde el autor sagrado relee en modo escatológico el descanso del sábado, presentándolo como signo y anuncio del re­poso al cual Dios invita a todos los suyos.

La importancia que reviste el sábado en el AT, será asumida por el día domingo en el Nuevo Testamento (NT); por esa razón, el sábado no figura entre los gran­des temas teológicos del cristianismo. A partir de la resurrección de Jesús, el “día séptimo” judío (Gn 2,2) dio paso al “pri­mer día de la semana” de los cristianos (Hech 20,7), como veremos en la próxima entrega.

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