por Eduardo M. Barrios, S.J.

      Hace más de un año, el Papa Francisco publicó la Carta Apostólica “Traditionis Custodes” (Julio 16 de 2021) sobre el uso del Misal Latino de San Juan XXIII (1962).

      Pero el Papa dejó claro su deseo de que el Misal promulgado por San Pablo VI (1970) fuese “la única expresión de la lex orandi del Rito Romano”.

      Aunque también dijo que toca a los obispos diocesanos regular la práctica de la Misa anterior al Concilio Vaticano II, les dio orientaciones en sentido restrictivo. Esa Misa se permite, pero no debe promoverse. Prescribe, por ejemplo, que no haya nuevos grupos para esas Misas, que los sacerdotes pidan permiso para celebrarla, y que si sacerdotes recién ordenados desearan iniciarse en el rito antiguo, tendrían que pedir autorización a sus obispos, los cuales consultarían a la Santa Sede.

      Casi un año después, 29 de Junio de 2022, el Santo Padre firmó una nueva Carta Apostólica titulada “Desiderio Desideravi” sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios. Se trata de una especie de meditación muy rica en espiritualidad eucarística.

      Además de reiterar lo dicho en el “Motu Proprio” anterior, ahora exhorta a los sacerdotes a cultivar el verdadero “ars celebrandi” (el arte de celebrar la Liturgia). Ese arte no debe degenerar “en una fantasiosa, a veces salvaje, creatividad sin reglas” (nº48).

      Un profesor de Moral en la Universidad Gregoriana, P. Klaus Demmer, lo dijo con frase lapidaria: “El fin de las rúbricas es proteger al pueblo de Dios contra el subjetivismo del clero”.

      El pasado 22 de julio, el Arzobispo de Washington, Cardenal Gregory, emitió normas que limitan las celebraciones según el Misal de San Juan XXIII. Pero dijo algo interesante, a saber, que quienes van a esas Misas son feligreses que, en su mayoría, no están contra el Concilio Vaticano II ni contra la Misa actual. Son mayormente personas que van a la Misa preconciliar por razones de devoción.

      Ahí está un detalle significativo. La Misa en Latín se celebra con mucha reverencia y sentido de trascendencia, y también con una música inequívocamente sagrada;  todo eso mueve a devoción.

      Sin embargo, no pocos sacerdotes celebran la Misa vigente, según el Misal de San Pablo VI, de manera poco devota. Parece que enfocan la Misa como si perteneciese al mundo del “show business” (mundillo de la farándula). Buscan entretener o divertir a los presentes con gracejos, donaires y ocurrencias. También manipulan los textos sagrados con supresiones, añadiduras y cambios. Lo hacen de buena voluntad, pero esas alteraciones distraen y escandalizan a los participantes en la acción litúrgica. Se debe proceder con especial fidelidad cuando se reza el Ordinario de la Misa, que incluye prefacios y plegarias eucarísticas. Antiguamente la plegaria eucarística se llamaba “canon”, es decir,  fijo o inmutable.

      Conserva todo su vigor la Instrucción “Redemptionis Sacramentum” del 2004 sobre lo que se debe hacer y evitar en relación con la Santísima Eucaristía. Excelente lectura tanto para seminaristas como para los ya ordenados.

      Nunca olvidar aquella enseñanza conciliar sobre la presencia de Cristo en la Liturgia: “Con razón se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo” (SC nº 7).

      El sacerdote ministerial tiene amplio campo de creatividad en la preparación de la homilía, prédica litúrgica, algo que frecuentemente deja mucho que desear. Pero en el resto de la Misa el presbítero u obispo no tiene que hacer mayor esfuerzo que prestar su voz de modo claro y con sentido, y valerse de sus manos para poner los gestos y acciones de rigor. El celebrante ministerial le presta las manos y la voz a quien es el principal celebrante de la Misa.

      Digámoslo claramente y sin ambages, el principal celebrante de la Misa es Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.

ebarriossj@gmail.com

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