El Beato Bronislao Markiewicz- Un modelo de celo sacerdotal

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La vida de los santos y ángeles es un modelo a seguir para los creyentes. El 30 de enero, los Miguelitas celebramos la memoria litúrgica de nuestro Fundador.  Por lo tanto, trataré de contarles cuán celoso y santo sacerdote fue el Fundador de las Congregaciones Miguelitas. (Tenemos también las Hermanas Miguelitas. Ojala que un día pudieran trabajar en República Dominicana).

En la letanía de Beato Bronislao Markiewicz, después de la exclamación: Venerador  confiado de ángeles y santos, oramos al Santísimo Padre con estas palabras:

·       Encendido de celo sacerdotal,

·       Participe de la humildad de Jesucristo,

·       Entregado a la Virgen María,

·       Seguidor fiel de Cristo paciente

·       Comprometido con la Patria.

Un sacerdote para recordar de la esencia de su misión, tenía encima de su escritorio las palabras que decían: “Al sacerdote se le exige que sea orador en el púlpito, vocalista en el altar, psicólogo en el confesionario, maestro en la sala de catequesis, ¡o tal vez sea sólo un pastor! El Buen Pastor que da la vida por sus ovejas”. San Juan Pablo II escribió, que el sacerdote debía ser “una imagen viva y transparente de Cristo Sacerdote”. Esta tarea desempeña como predicador de la palabra, ministro de los sacramentos y guía de la comunidad cristiana que le ha sido confiada. El Beato padre Bronislao, siendo un joven sacerdote, anotó en su diario espiritual: “Jesús me ha enviado a predicar. No quiero saber de nada más que de Jesús y éste crucificado. Predicar el Evangelio a los pobres, pero con la preparación que requiere la Palabra de Dios. Pasaré toda la noche reflexionando…”. Cada oportunidad fue aprovechada por el Padre Bronislao para proclamar la Palabra y el púlpito,  como él mismo admitía, se puede encontrar “en la iglesia, en las capillas, en las escuelas, en las instituciones, en los orfanatos, en las prisiones, en los hospitales, en los campos y en las casas”.

Vivió un sacerdocio pleno

“¿Qué significa ser sacerdote?”, preguntó el Papa Juan Pablo II en un libro escrito con motivo del 50 aniversario de su ordenación sacerdotal. Y respondió: “Según San Pablo, el sacerdote es ante todo el administrador de los misterios de la vida de Dios”.  Entre estos dones misteriosos, el más importante es el Sacramento de la Eucaristía y la Reconciliación. Señaló el padre Markiewicz en el 1870: “Mi actividad más alta es la Santa Misa: no alcanzaré mayor dignidad en el mundo, ni siquiera en el cielo”. La Santa Misa celebraba con gran unción y, como notaron los pequeños alumnos, el amor y la reverencia por el Señor Jesús en el Santísimo Sacramento brotaron de toda su forma, en cada movimiento y palabra. Nuestro Beato concedía tanta importancia a la Sagrada Comunión diaria que “siempre cuando alguno de los alumnos llegaba tarde o volvía de un viaje después de la Santa Misa, cuando no había nadie en la iglesia, el Padre Director desde el primer momento del encuentro le preguntaba si todavía estaba en ayunas o si quería recibir la Sagrada Comunión. Y cuando la respuesta fue sí, no pudo ocultar la satisfacción que le producía. Luego, tomaba a un niño o joven de la mano y lo conducía a la iglesia para darle la Sagrada Comunión: “Quería alimentar constantemente a los demás con el Pan  de Vida Eterna. Unos días antes de su muerte, exhausto por su enfermedad, el padre Markiewicz decidió levantarse de la cama para ir a la iglesia y celebrar la Misa. Sor Anna, su acompañante,  trató de detenerlo para que no corriera ningún riesgo, pero recibió una breve respuesta: “Querida hija, para nosotros no hay elección: o trabajar o morir.” La santa Misa celebrada este día fue la última en su vida. 

No se limitó en el trabajo, sirvió desde el amanecer hasta el anochecer. Cuando se convirtió en vicario de la catedral de la ciudad de Przemyśl, entendió que esto era un compromiso con un mayor celo pastoral. Decidió esperar en el confesionario desde las 5:00am. “¿Quién vendrá a confesarse a esta hora? ¿Gatos y ratones? “, se reían los colegas sacerdotes. Sin alterarse por la píldora amarga de la ironía, respondía: “El sacerdote que espera en el confesionario, es la voz del Buen Pastor que llama. Para  muchas almas la vista de un sacerdote esperando a los penitentes para la confesión, funciona mucho mejor, que un sermón”. Y la vida le dio la razón. Después de varias semanas, ya no esperaba el reverendo Markiewicz a los penitentes, sino los penitentes  estaban esperando a Él, haciendo una larga fila  para confesarse antes de las 5:00am. En 1906, en varias cartas a los alumnos, escribió con orgullo no disimulado: Hoy, en el día del Sagrado Corazón en la Comunión general  en la iglesia parroquial en Miejsce Piastowe, participó  más de 300 personas.  Ayer los confesé todo el día hasta las once menos cuarto de la noche. (…) Ayer, en el día de los Fieles Difuntos, hubo mucha comunión en la iglesia. Anteayer 7 horas escuché las confesiones. (…) Actualmente acude gente de parroquias vecinas, tanto a la capilla como a la iglesia parroquial. El domingo tengo unas 300 personas para confesarse y unas 100 en la semana”.

El corazón de pastor lo hizo viajar muchos kilómetros todos los días a los pueblos de los alrededores cerca de Przemyśl en busca de ovejas perdidas, este celo apostólico lo llevaba a las celdas de la prisión donde estaban los encarcelados. Decía: ” Son infelices, de ellos las tres cuartas partes no conocen a Cristo y los mandamientos de Dios”. El corazón de  pastor lo obligó a una lucha exhausta contra los vicios que destruyen la sociedad, especialmente contra el alcoholismo. Finalmente, fue por el corazón del pastor el que fue herido hasta lo más profundo de su ser por los sollozos de los niños, pequeños y abandonados, condenados a perder la vida. Bronislao dio su vida por ellos, parte por parte, minuto por minuto, sin medida, hasta el final.

En la última página de las Notas Espirituales del Beato Padre Markiewicz, leemos el estímulo que él mismo se propone como meta de su vida sacerdotal: “Ayudaré a todos con todo mi corazón, con el mayor celo posible, para que amen y adoren más a Dios”. Cumplió bien con su vocación, por lo que el día del funeral, el 1 de febrero de 1912, el predicador de las exequias dijo: “Fue un sacerdote extraordinario, inusual”. Noventa y tres años después, la Iglesia confirmó esta opinión al anunciar al P. Bronislao Markiewicz como beato. 

Oración por la canonización y un milagro de curación por intercesión del Beato Bronislao Markiewicz

Dios todopoderoso y eterno, que haces de las personas un instrumento inagotable de tu bondad, te pedimos humildemente la canonización de tu siervo, el beato Bronislao, sacerdote, por su preocupación por la salvación del prójimo, especialmente de los niños abandonados. Por su intercesión, concédenos la gracia (…) te lo pedimos  humildemente. Amén.

 (Padre Nuestro… Ave María… Gloria…)

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