P. William Arias

 Desde hace meses la Arquidiócesis de Santiago está en un clima de espera, pues cumplidos los 75 años de Mons. Freddy Antonio de Jesús Bretón Martínez, y presentada su renuncia como manda el Derecho Canónico (Canon 401, pa­rágrafo 1), estamos a la expectativa del nombra­miento de un Nuevo Arzo­bispo para esta Iglesia local, y como tal se comienzan a dar las especulaciones dentro y fuera de la Iglesia de quién será el elegido por el Santo Padre Francisco a la luz del espíritu Santo.

Lo primero es que todos los miembros de la Iglesia, en especial los de Santiago y la provincia Espaillat, debemos de estar en una actitud constante de oración para que el Señor envíe el Pastor digno y que necesita la Arquidiócesis. Ya noso­tros en 70 años que prontamente vamos a cumplir, tenemos toda una tradición episcopal por donde han transitado eminentes prelados que han sabido dejar sus huellas. 

En una entrevista que me hacía la Revista Amigo del Hogar, como Vicario de Pastoral de la Arquidióce­sis, me pedía definir a cada uno de esos pastores que habían pasado por acá, y los definía de la siguiente ma­nera: “El pri­mer Obispo Mons. Hugo Eduardo Polanco Brito, lo definiría como un gran constructor, pues cons­truyó el Se­minario San Pio X, la Uni­versidad hoy PUCMM, el Politécnico Femenino Nuestra Señora de las Mercedes, colegios, igle­sias y más. El segundo Obispo Mons. Roque An­tonio Adames Rodríguez, el gran pastoralista, hombre de una inteligencia ex­traordinaria. Creó el Ins­tituto Catequístico San Carlos Borromeo para la formación de catequistas. También, los Presidentes de Asam­blea, los primeros Diáco­nos Permanentes del País. Trabajó en base a una pastoral de conjunto. Luego, el primer Arzo­bispo Mons. Juan Antonio Flo­res Santana, gran or­ganizador de la Arqui­dió­cesis y hombre de una espiri­tualidad recia. Hizo que la Arquidiócesis pasa­ra de 40 y tantas parroquias a 89. El segundo Arzobispo Mons. Ramón Benito de la Rosa y Car­pio, hombre de una gran calidad humana y de mu­cha comunicación con sus sacerdotes y con la gente.

Y ahora, Mons. Freddy Antonio de Jesús Bretón Martínez, el cual apenas está empezando pues solo tiene un par de años entre nosotros, un hombre de una reciedumbre de espí­ritu admira­ble”. 

Así que esperamos que el próximo Arzobispo continúe esta santa y sana tradición de aporte y trabajo, con los elementos nue­vos que por su personalidad y a la luz de los signos de los tiempos propicie entre no­sotros. Pues el ser Arzobis­po de Santiago no es un puesto de honor o de reco­nocimiento a la trayectoria de cualquier miembro de la Iglesia, es una llamada a servir a un pueblo de Dios que camina en este país llamado Repú­blica Domini­cana. 

Un hombre que al lado de otros hombres, sus sacerdotes, no los vea como simple cola­boradores, sino como hermanos en la fe que trabajan por el Reino, y se sienta como padre respon­sable de ellos. Que apoye y anime a sus laicos, que sepa armonizar con los diversos sectores que hay en estas pro­vincias en un acerca­miento y empeño por el desarrollo y progreso de nuestra so­ciedad y en especial de los más pobres. 

Que sea como ha dicho el Papa Francisco: un Pastor que huela a oveja, que camine con su pueblo al frente, al medio y detrás, que tenga muy pendiente a las periferias territoriales y existenciales que hay entre nosotros. 

No esperamos un líder a estilo político o in­fluencer de hoy, o que tenga muchos títulos o gran inte­lectuali­dad académica. Ne­cesita­mos una persona con esa sabiduría propia del pueblo humilde y sencillo; en definitiva, por lo tanto, lo que se espera es como nos dice las Sagradas Es­crituras: un hombre de Dios.