Del padre Pío a San Pío, de Pietrelcina 

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Fray Radhames Abreu 

Hoy, mucha gente habla del Padre Pío como de San Pío de Pietrelcina, naturalmente, usted sabrá y entenderá que nos estamos refiriendo a la misma persona. Pero, no está demás saber, quién fue este virtuoso fraile de la Orden Capuchina e hijo de San Francisco, a quien también se le llamó el crucificado sin cruz, por la impresión de las llagas en sus manos 

San Pío de Pietrelcina (Padre Pío), nació en Pietrelcina, el 25 de mayo de 1887, una aldea de la provincia de Benevento, Italia. Sus padres fueron Horacio Forgione y María Giuseppe. Su nombre de pila era Francisco Forgione. Procedía de una familia muy humilde, pero como él mismo decía “nunca le faltó nada”.

En la Iglesia de Santa María de los Ángeles, fue bautizado, hizo su Primera Comunión y fue confirmado. En esa misma Iglesia, a los cinco años, tuvo una visión del Sagrado Corazón de Jesús, y tuvo otras apariciones de la Virgen, más adelante. 

Desde niño era muy callado y tímido. Desde su niñez mostraba signos de una profunda espiritualidad. Era muy piadoso y pasaba largas horas en oración delante del Santísimo Sacramento. Era gran devoto de Jesús en la Eucaristía. Ingresó a la Orden de Frailes Menores Capuchinos en Morcone, en enero del año 1903. El día anterior de su entrada al Seminario tuvo una visión de Jesús con la Virgen María. El Padre Pío  señala que Jesús le puso su mano en el hombro dándole ánimo y fortaleza para seguir adelante. Y a seguida escuchó la voz de la Virgen María, que le habló suave, sutil y maternalmente, penetrando en lo más profundo de su alma.

El Padre Pío, San Pío de Pietrelcina tenía el don de la profecía y de curación milagrosa. Por el poder de su oración, podía estar en dos lugares al mismo tiempo (lo que se llama bilocación), y la sangre de sus llagas en las manos tenía fragancia de flores. Tuvo la capacidad de leer los corazones y las conciencias. 

Fue un apóstol del confesionario, y de tantos fieles que deseaban confesarse con él, muchos tenían que hacerlo a través de citas. Sus llagas nunca cicatrizaron y él decía que eran un regalo de Dios, y una oportunidad para ser como Jesucristo crucificado. Después de su ordenación sacerdotal en 1910, se estableció en San Giovanni Rotondo, donde permaneció hasta su muerte, el 23 de septiembre de 1968.