“Cultura de la debilidad solidaria y la convivencia humana” “cds/cvh”

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Código que desafía la realidad eclesiástica que vivimos y nos pre-para post-covid19

 

 

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Hay sentimientos y pensamientos que no son exclusivamente míos… por ejemplo: el lenguaje, la religión, el arte, las creencias, el comercio, los sazones de comidas y la misma varie­dad de comidas…, Los parti­dos políticos…, las mo­das…, la ideología y el comporta­miento siempre serán dife­rentes y complementarios porque somos libre y hasta Dios respeta nuestra libertad… (Lo que nosotros ge­neramos con nuestro comportamiento…, corresponde a nosotros superarlo, no a Dios…)

¿Cómo organizamos esos sentimientos y pensa­mientos que pertenecen a todas las personas y definen un grupo humano?… Todas las personas de la humani­dad hablan el mismo idio­ma? Tienen la misma reli­gión?… Tienen el mismo sa­zón?… Tienen las mismas costumbres?… Se visten igual?… En este sentido, po­demos decir que cada persona tiene una identidad única e irrepetible y cada grupo humano tiene una cultura que le da una identidad personal y comunitaria limitada por un lugar de vida y una cantidad variable de personas en un tiempo que acumula saberes para el presente y futuro de las personas… En este sentido, cultura es una forma, un modo de expresar lo que interio­rizamos del otro y del lugar de vida, que al relacionar­nos nos da una identidad personal y comunitaria.

La persona humana, digo persona humana, porque hay personas divinas (Pa­dre, Hijo, Espíritu Santo; un Ser Trascendente, que me hace partícipe de la vida y es LA VIDA…); hay perso­nas espirituales ( Ángeles y  Santos…); en la persona humana, digo, no todo se acaba con las palas de tierra que nos tiran al dejar esta vida… Las personas tene­mos un motor interior que nos mueve, que tampoco vemos, y da origen a nuestra cultura, LOS VALORES: racionalidad, afectividad, relaciones, libertad, solida­ridad, ética, devociones fa­miliares, servicialidad, res­peto, generosidad, justicia, verdad, acoger, escuchar, compartir, disponibilidad, igualdad, equidad, trabajo, diferencias…

Esos valores los admira­mos y los asumimos de la experiencia vital de Jesús, que salva la humanidad, Hijo de Dios: “este es mi Hijo amado, a quien he ele­gido” (Mt. 3,17). Estos va­lores forman el quicio…, la base interior del comporta­miento humano, que le llamo DEBILIDAD SOLIDARIA ASUMIDA. Esta Debilidad Solidaria Asu­mida (DSA) me hace uno con el débil, es la raíz del “CON Y COMO”, (EE.EE. N°95). La persona débil necesita de los otros. La persona débil no puede sos­tenerse por sí misma y necesita del otro/otra para poderse relacionar: “saco vacío no se para”; esa relación personal: acoger + escuchar + acompañar, compartir con el empobrecido genera un estilo de vida y define una personalidad, “el Siervo”, Servidor, Servidora, (Is.42, 9-11). Sin el Otro, sin la Otra, no soy, no puedo existir; nos necesitamos mutua y absolutamente… La “debilidad solidaria” tiene que ser asumida libremente. Es de­cir, el débil solidario cons­cientemente renuncia a una vida cómoda, segura, a la cual tiene derecho, para ir a hacerse solidario con los dé­biles y así lograr que el dé­bil pueda salir de su debilidad  fortalecido con mi de­bilidad solidaria asumida, (DSA), la debilidad nos fortalece (2Cor.12,8-10). Dios no quiere que nadie sufra.  El ejemplo más claro de la debilidad solidaria asumida es JESÚS, se despoja de la   divinidad para hacerse gente como nosotros (Flp. 2, 5-11). El nuevo sentido que Jesús le da a la vida asu­miendo la debilidad solida­ria hace que la pobreza sea buena, lo malo es la miseria económica, la miseria moral y la miseria espiritual… (Cfr. El Papa Francisco, Mensaje de Cuaresma 2014). La experiencia de Jesús es válida “hoy, maña­na y siempre” Heb.13,8-9. El estilo evangelizador de Jesús no pasa de moda. Jesús es referencia definitiva, absoluta, sea cual sea el tiempo en que vivamos; así lo vemos en los santos cual sea la época vivida d.C

La cultura de la debilidad solidaria asumida libremente me da una dinámica vital que me fortalece para toda la vida, me lleva a que­rer al otro como a mí mis­mo. La cultura de la debilidad solidaria asumida libremente me hace consciente de que beneficiando al Otro es como yo me beneficio. Así hago presente el Reino de Dios, que repolla en la comunidad de evangeliza­dores y en cual sea la comunidad…, porque la comuni­dad es donde vivimos todos y todas en paz, armonía, respeto, justicia, igualdad, equidad; donde lo que hay da para todos y todas. Se genera una nueva huma­ni­dad: convivencia humana, que hace presente el Reino de Dios, dadas las limitaciones humanas se hace presente el “sí, pero no…”.

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