Conservar la Iglesia

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La fe, la liturgia, la institución en la que creemos, damos culto y vivimos no la hemos inventado, somos un eslabón, un anillo, una tradición en ella, en ella hemos nacido, creemos y vivimos, es la Iglesia. Aun­que en estos días atribulada y descreída por sus pecados, pedir que su Señor la conserve en la caridad.

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Débil

institucionalidad. La débil institucionalidad del Estado dominicano forma parte de los síntomas de una calidad democrática en peligro, según un in­forme publicado este martes por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec). Otras de las brechas señala­das en el informe son la fragilidad del siste­ma de pesos y contra­pesos en lo relativo a la preponderancia del Ejecutivo respecto de los Poderes Legislativo y Judicial, así como la violación de ciertos de­rechos fundamentales de colectivos en situaciones de marginalidad como los haitianos y discapacitados. Tam­bién están las desigualdades de género en todos los ámbitos, como la alta tasa de feminicidios y embarazos en adolescentes.

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La deuda

pública. Hemos ha­blado y lo seguimos haciendo. Con frecuencia la Presidencia pide al Congreso aprobar al vapor un nuevo préstamo, pero el Fondo Mo­netario Internacional nos viene a decir que la deuda pública consolidada de República Do­minicana –la que in­cluye al sector público no financiero y al Ban­co Central– va en camino a alcanzar un nivel de 60% del Pro­ducto Interno Bruto (PIB) en menos de cin­co años. Eso en caso de que ningún shock eco­nómico impacte al país. En su último re­porte sobre el país, cuya versión completa se hizo pública recientemente, el Fondo Mo­netario Internacional reportó que para el año 2022 la deuda total de República Dominicana representará 57.1% del PIB. Ese nivel será el resultado, afirmó el Fondo, de posponer re­formas tributarias sustanciales que el país necesita para ampliar la base tributaria, lo que provocará que la posición fiscal se deteriore a mediano pla­zo y los pagos de inte­reses por la deuda se incrementen, al igual que el costo de tomar préstamos. Puede que el lector no entienda la ex­posición económica, pero no hay que ser economista para entender que si no se produ­ce y se coge prestado un día se llegará a un límite.

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Aunque no

hubiera cielo,

yo te amara. “No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el in­fierno tan temido para dejar por eso de ofen­derte. Tú me mueves, Señor, muéveme el ver­te clavado en una cruz y escarnecido, muéve­me ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera in­fierno, te temiera. No me tienes que dar por­que te quiera, pues, aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisie­ra.” Santa Teresa de Jesús.

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