Bodas de Oro Sacerdotales de Monseñor Pedro Antonio Henríquez Escaño

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Nació 23 octubre de 1941  en Salcedo, Monte Adentro, paraje de La Bellaca. Para él su Nazaret, lugar de sus orígenes donde Dios lo eligió.

Es hijo de los señores, Tomás Aquino Henríquez y de Justina Escaño. Como una gran bendición de Dios, también se siente hijo de Carlos María Henríquez y Andrea María Escaño, quie­nes fueron sus tíos-papás e instrumentos de Dios para su vocación.

Creció en un ambiente sencillo y cristiano donde aprendió amar a Dios, a María Santísima y a los hermanos. Siente que en su vo­cación el Señor se ha valido de mediaciones como son: El padre Cecilio Galián (ORSA) su tío Carlos, y la presencia abundante de se­minaristas en su parroquia, siente que el Señor se valió de los mismos para invitarlo a seguirlo.

Es el tercero de 17 hermanos, 13 varones y cinco hembras de los cuales hay tres fallecidos.

Realizó sus estudios en la Escuela Primaria María Jo­sefa Gómez, siendo reconocido cada año como alumno excelente.

El 17 de septiembre de 1958 entra al Seminario Me­nor Santo Tomás de Aquino, acompañado por su tío -papá Carlos Henríquez. Su formación religiosa se la debe a la Iglesia, adquiriendo conoci­mientos que le han ayudado en su misión sacerdotal.

Fue ordenado diácono transitorio por Monseñor Roque Adames, en Santiago de los Caballeros, el 25 de mayo de 1969, junto a los primeros tres diáconos permanentes de América Latina.

Siendo diácono trabajó en Loma de Cabrera, con el padre Ramón Dubert, sj. Hizo también en trabajo pastoral en New york.

Recibió la ordenación presbiteral de manos de  Monseñor Roque Adames, el 20 de diciembre de 1970, en la Parroquia San Juan Evangelista de Salcedo.  Pa­ra el padre Pedro fue motivo de inmenso gozo la pre­sen­cia de Mons. Hugo Eduardo Polanco Brito en su ordena­ción.

Ya ordenado vuelve a Loma de Cabrera por tres meses.

De 1971 a 1974 Parro­quia San Francisco de Asís. Se inició en el trabajo pasto­ral con Mons. Tobías Cruz. Estaba encargado de Los Ciruelitos, Camboya y Los Salados Nuevos, en orden a la creación de nuevas parroquias.

Su lema sacerdotal, “Por la gracia de Dios soy lo que soy”.

El padre Pedro dice que su sacerdocio es por pura gracia, que lo amó, lo mira, lo escogió y lo consagró para siempre. Ciertamente los planes de Dios son únicos. Él, sin pasar balance sobre sus dones, sin fijarse en sus capacidades, sin ver sus po­brezas o limitaciones, sin considerar de dónde venía, simplemente se fijó en él y lo eligió contando con su  debilidad, fragilidad y pe­queñez, porque en la debilidad se manifiesta cada día la fuerza de Dios.

Un rasgo fundamental de su vida es indudablemente su honda conciencia de la grandeza del Sacerdocio y el  de ser sacerdote.

Agrademos a Dios, la bondad y la misericordia que El ha tenido con el padre  Pedro a lo largo de su ministerio sacerdotal. Desde siempre Dios lo ha sostenido, ha­ciendo realidad en su vida el lema: Por su gracia soy lo que soy. Damos gracias a Cristo Jesús que lo hizo capaz, se fio de él y le confió el ministerio sacerdotal.

Ha querido vivir su mi­nisterio al estilo de la vida sencilla de Nazaret. Es un hombre de Dios, austero, fiel a su ministerio, a las perso­nas que Dios ha puesto en su camino. Somos testigos del paso de Dios a través de él, de su acompañamiento, sus homilías, su cercanía, sus palabras oportuna, su trato y sobre todo siendo puente y canal para llevar a muchos a Dios.

Celebrar sus 50 años de Vida Sacerdotal en medio de la Pandemia:

El padre Pedro ha querido que en el contexto de su preparación para vivir la re­novación y acción de gracias  de su ministerio sacerdotal, a la luz de lo que acontece, en actitud de descubrir qué le dice y le pide el Señor, ante la dura realidad de esta pandemia. Este tiempo le ha  servido para la oración y re­flexión, para traer a la mente y al corazón tantos rostros de niños, jóvenes, mujeres y hombre que han aportado tanto a su vida, que han nu­trido su ministerio sacerdotal con sus oraciones, ayuda, acompañamiento y afecto.

Se le regaló constatar aquello de Casaldáliga: “Al final de mi vida, cuando se me pregunte: ¿has amado? presentaré al Señor el cora­zón lleno de rostros y de nombres”. Sobre aquellos que son su preferencia: los más débiles y vulnerables. Ellas y ellos han tejido y han sido testigos de su fidelidad y motivo para decir, gracias Señor.

En medio de la pandemia, en medio de tanto dolor, de temores e inquietudes queremos celebrar la vida y la fidelidad gozosa a Dios. Queremos acompañar al querido padre Pedro en una actitud de gratuidad infinita a Dios por todos sus años de servicio.

Por decirnos con su vida que es posible vivir la FIDE­LIDAD GOZOSA, que vale la pena darse y hacerlo de manera sencilla, cercana y comunicando al Dios de la vida, gastando su tiempo al servicio de la gente.

Oremos por nuestro que­rido sacerdote y por la fideli­dad de todos los sacerdotes. Para que él pueda seguir siendo portador de su amor, testigo del Evangelio de la alegría en medio de la realidad que nos ha tocado vivir.

 

Felicidades queridísimo Sacerdote del Señor, siga siendo testigo de la esperanza y la Fidelidad Gozosa.

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