Cruzar hacia el 2026 con la luz verdadera
Manuel Pablo Maza Miquel, S.J. mmaza@belenjesuit.org
En el evangelio de Juan aprendemos que Jesús, la Palabra del Padre, “vino a su propia casa, y los suyos no le recibieron” (Juan 1,11).
Juan nos aclara quién es ese Jesús nacido entre nosotros. Él es la Palabra eterna del Padre, en quien el Padre puede expresarse plenamente, pues es tan divino como el Padre. Por ser la Palabra del Padre en Jesús se nos comunica “la vida y la luz”. Esa es “la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre, estaba llegando al mundo. En el mundo estaba y, aunque el mundo, existió mediante ella, el mundo no la reconoció, vino a los suyos y los suyos no le recibieron… esa luz brilló en las tinieblas, pero las tinieblas no la acogieron, “pero a todos los que acogieron [la Palabra] les dio capacidad para ser hijos de Dios. Al creer en su Nombre, han nacido, no de sangre alguna ni por ley de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que han nacido de Dios” (Juan 1, 5–13). Con Juan, el evangelista, creemos, que la Palabra puso su tienda entre nosotros y asumió plenamente nuestra condición humana (Juan 1, 14).
El evangelio que se lee el primer día del año nos aporta cinco convicciones para caminar el año entero.
Primera: Podemos dejar atrás al Dios que nos imaginamos y creer en Jesús en quien el verdadero Dios se revela. Conozcamos a Jesús para más amarlo y seguirlo. Nuestro Padre Dios no nos ha mandado a “buscarlo en el vacío” (Isaías 49, 19).
Segunda: La luz que necesitamos para caminar este año que comienza viene de Jesús, el Mesías. No hay que inventar el sol, basta con abrir las ventanas.
Tercera: Aceptemos con realismo que hay tinieblas en nuestra vida y en la sociedad, pero podemos enfrentarlas con la luz y la vida que trae el Mesías.
Cuarta: Todos queremos la cercanía de Dios para caminar los muchos retos y cañadas oscuras del 2026. Este evangelio del 1 de enero nos comunica esta buena noticia: en Jesús nuestro Padre Dios se nos acerca radicalmente. ¡No puede estar más cerca! Su cercanía quiebra todas las parálisis y nos pone a caminar sus caminos.
Finalmente, Juan el evangelista nos invita: con la fuerza del Espíritu Santo podemos nacer de Dios.



