Hojuelas de Esperanza
Mary Esthefany García Batista
Cuando acompañamos a otros en el dolor, suceden muchas cosas que van más allá de lo visible. A veces creemos que nuestra presencia está destinada a sostener al enfermo, pero con frecuencia descubrimos que el llamado verdadero es hacia el corazón de la familia.
En una ocasión me encontré con una hija que había solicitado nuestra visita, por respeto a la fe de sus padres, aunque ella misma confesó no ser creyente. En medio de la fragilidad de su ser querido, reconoció con humildad que quienes tienen fe parecen sobrellevar mejor el sufrimiento.
Le invité a hablar con Dios, sin fórmulas ni temor, solo con sinceridad: “Pídele al Señor que te conceda un poco de la fe de tus padres; Él solo espera que abras tu corazón y le digas: aquí estoy, Señor”. Con serenidad y con un leve asentimiento decidió abrirse a esa posibilidad. Fue como si una puerta invisible se hubiera entreabierto, permitiendo que la esperanza entrara en medio del dolor.
Acompañar es también ser testigo de cómo Dios actúa en el silencio, despertando la fe donde parecía haberse dormido.
Cita bíblica:
“Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: pásate de aquí allá, y se pasaría; y nada os sería imposible.” — Mateo 17:20
La fe, aunque pequeña, tiene el poder de transformar corazones y circunstancias. Dios no pide grandeza, solo sinceridad y apertura para obrar en nosotros.
Oración:
Señor, abre nuestros corazones para reconocerte en el dolor y en la esperanza. Aumenta nuestra fe, aunque sea pequeña, para que tu paz habite en nosotros y podamos acompañar con amor a quienes sufren. Amén.



