Hay quienes van al Estado 

con muy malas intenciones:

saquear instituciones 

como se ha constatado;

un cáncer que se ha enquistado 

en nuestro cuerpo social

maligno y perjudicial

porque a todos hace daño

que se actúe con engaño 

desde el poder oficial. 

Cuando están en la otra acera 

en su rol de oposición 

acusan de corrupción 

con agresiva manera;

porque es cierto que lacera 

ver asaltar al erario 

uno u otro funcionario 

en gobiernos diferentes 

situaciones recurrentes

que ya es asunto ordinario. 

Pero al llegar a un despacho

olvidan el compromiso 

haciéndole caso omiso

y pecando sin empacho;

como todo un vivaracho

de una forma deshonrosa 

insensible, bochornosa

pisoteando el juramento

que hizo en algún momento 

de hacer gestión decorosa. 

La copa está rebosada 

no aguanta una gota más 

ojalá no oír jamás

de otra trama tan malvada;

que ha dejado destrozada

la salud de los pacientes

y dolor a sus parientes

de un país en crispación 

que ve con preocupación 

Un Estado sin dolientes.