El líder serio gana país aunque pierda votos

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.

La historia nos enseña cómo han usado el poder los dirigentes constructores de sociedades donde la mayoría disfruta una vida de calidad.

Siempre se gobierna bajo la presión de poderosos grupos de intereses. Pensemos en los miles de maestros del sistema educativo público y los de las escuelas privadas. Supongamos que el Ministerio de Educaciòn decide evaluar a todo el personal. Todos deberán someterse a esta exigencia en un país donde, ya de por sí, la mayoría vive una vida complicada. Los resultados pudieran servir de fundamento para tomar decisiones sobre la conveniencia de seguir remunerando a quien muestra tan pobre desempeño. 

Cuando lleguen las elecciones, las personas afectadas, probablemente no darán su voto al partido del funcionario, que puso en su lugar a otro docente más competente, buscando el bien de los estudiantes.  

Los motoristas, patanistas, guagüeros, la nobleza encopetada, los choferes de concho y camioneros de toda pluma, ¿aceptarían mansamente que se les exija y sancione con apego a la ley? Los negocios, colmados, talleres y empresas, invasores de aceras y espacios públicos, ¿les sonreirán complacidos a los agentes del orden, que les reclamen lo que es de todos y ellos usurpan de forma tan ilegal como alegre? Los dueños de patanas, cabezotes, contenedores, grúas y chatarras que ocupan desde hace años de manera permanente e ilegal, por ejemplo, los dos carriles de la avenida hacia el puerto de Haina, ¿cómo reaccionarán el día que la autoridad competente les conmine remover sus vehículos y no apropiarse como estacionamiento privado una vía pública?

Este dilema lo enfrenta todo el que detenta cualquier tipo de poder: ¿Realizo lo que gana bienestar para la comunidad, aunque pierda simpatizantes, o me dedico prioritariamente a implementar lo que me asegura permanecer en el cargo que ahora desempeño?

Quien quiera salvar su cargo a toda costa, perderá la oportunidad de implementar cambios, quien gobierne buscando el bien común, perderá votantes y probablemente el cargo, pero habrá traído buenas noticias a las mayorías. En raras ocasiones, algunos valoran las exigencias dolorosas, a corto plazo y exitosas a la larga.  

El dirigente público, Jesús de Nazaret, era consciente del dilema: “porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y de la Buena Noticia, la salvará” (Marcos 8, 35).