Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.

Desde hace más de 53 años me toca acompañar parejas de novios que se

casan pidiendo la bendición del Señor en la Iglesia católica. Con fe e ilusión se

comprometen: “Yo, N., te recibo a ti, N., como esposa y me entrego a ti, y prometo

serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad,

todos los días de mi vida.”

Estos muchachos están comprometiendo su futuro, no saben cómo será, pero si

saben que lo quieren vivir juntos y para siempre.

En este compromiso yo encuentro cuatro elementos presentes en todo acto de

fe. Primero hay un conocimiento. Sabe Dios cómo empezó. Hubo un momento en

que el actual esposo no pasaba de ser un joven invitado a un paseo. Pero del

conocimiento casual, nació el deseo de conocer más y asì creció el interés por

construir una relación más profunda. Conocimiento y atracción se alimentaron

mutuamente.

Segundo, en toda relación, que hacia el matrimonio, ocurre un juicio sobre la

verdad de la otra persona y lo que cada uno ha conocido sobre ella. En algún

momento cada uno elabora un juicio sobre la verdad de la otra persona: su lealtad

no es fingida, sus cualidades y promesas son serias. Ella y él pueden decir: me fìo

de ti, porque es verdadero lo que conozco de ti, eres fiel, te serè fiel.

Tercero, cada uno se compromete personalmente con la verdad de la otra

persona para realizar un proyecto de vida común. Es como si el muchacho y la

muchacha dijeran: no sè què me depararà la vida, pero quiero vivir desde ti en

adelante.

Cuarto, ese compromiso personal se expresa delante de testigos ante

familiares, amigos, y en el caso de creyentes, delante de su comunidad.

Toda relación matrimonial nos enseña que el ser humano es capaz de captar lo

permanente en lo temporal; lo absoluto en lo relativo. La joven que se casa ha

captado en esa relación de dos años llena de experiencias pasajeras, algo que

permanece y en lo que ella puede confiar. Ella va a comprometer su única vida de

manera definitiva a partir de experiencias parciales, porque es ha captado la

evidencia decisiva que fundamente su compromiso permanente.

El matrimonio es un acto de fe y nos ayuda a comprenderla.