Décima
dos corazones unidos
Díjole el río a la orilla
muy pegadito a la oreja
en un pleito de pareja
que era diaria comidilla:
-Tù que eres la barandilla
que no me dejas soltura
y de la empinada altura
en donde tengo mi origen
tus veleidades me rigen
a la desembocadura.
Y respondió la ribera:
— Pegada como tu piel
he sido la margen fiel
en caidas y chorreras
no hay puentes ni carreteras
que me alejen de tu lado
porque sabes que has calado
profundamente en mi suelo
desde que fuiste riachuelo
lejos del mar azulado.
– No recuerdo haber dudado
sobre tu fidelidad
y sin ti en realidad
sé me habría desbordado
e impetuoso inundado
cuanto se me interpusiera
si a mi caudal no opusieras
tus amorosos linderos
que me sirven de sendero
desde el día que naciera.
— Y entonces ¿qué me reclamas?
¿qué otra cosa puedo hacer?
Si mi rol ha sido ser
lo que está escrito en la trama;
somos actores de un drama
con papeles definidos
no digamos sinsentidos
que provocan cicatrices
y discurramos felices:
cual corazones unidos.-