REDESCUBRIENDO LA SANTIDAD EN LA SOCIEDAD DE HOY

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Mons. Jesús Castro Marte

Obispo de la Diócesis de Nuestra Señora de La Altagracia (Higüey, Rep. Dom.)

En este año jubilar, donde celebramos los primeros 25 años del nuevo milenio, marcado por la virtud de la esperanza, conforme al lema escogido por el papa Francisco “Peregrinos de la esperanza”, nos preguntamos ¿es posible, en la sociedad dominicana, vivir el don de la santidad? Apoyados básicamente en dos documentos del santo padre Francisco, podemos responder afirmativamente que sí, y lo fundamentamos a continuación.

Primeramente, nos apoyamos en el Documento Gaudete et exsultate, que se traduce por: “Alégrense y regocíjense”, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, del año 2018, sexto año del Pontificado del papa Francisco. Es una exhortación para que todo el pueblo de Dios recupere la vocación universal a la santidad. Pero, lo más extraordinario de la propuesta es ofrecer pautas eficaces, sencillas y cotidianas de cómo abrirse a la gracia de Dios y alcanzarla. De esta manera, los santos identificados en la historia de la Iglesia no quedan como modelos distantes de nuestra humanidad, en este momento concreto en el cual vivimos.

Quisiera destacar las cinco notas que el Santo Padre señala, las que distinguirían a un santo, una santa, de hoy; teniendo como proyecto de vida y fundamento las bienaventuranzas (Mateo 5,3-12) y el protocolo de relaciones comunitarias en Mateo 25. Las notas son:

1.- Aguante, paciencia y  mansedumbre. Se refiere a la firmeza interior, de cada persona, ante la cruz pesada de cada día. Comprende la fidelidad a los valores y al evangelio, contra ciertas corrientes sociales que parecieran arrastrar toda memoria y principios éticos (GE 12-13). Estas virtudes corrigen inclinaciones agresivas y egocéntricas, recurriendo al Señor como refugio, porque solo la gracia hace eficaz la mansedumbre; evitando así modernas formas de violencia.

2.- Alegría y sentido del humor. La vocación a la santidad no es una vocación a la tristeza. La sociedad dominicana, abrazando el camino a la santidad, no pierde ni la jovialidad ni la alegría que le son propias. Las más rígidas controversias no tienen fuerzas suficientes para extirpar la paz del Señor. No se trata de la alegría consumista e individualista; sino aquella que nace en el corazón, donde Dios ha puesto su gracia (GE 122-128).

3.- Audacia y fervor. El papa Francisco nos dice que la santidad es “parresia”; “audacia”, “empuje evangelizador”. El evangelio nos presenta la imagen de Jesús quien, por amor, salía de sí para encontrar a los más sufrientes y liberarlos. Para el santo padre, parresia es el sello del Espíritu, testimonio de autenticidad. Sin este motor evangelizador paraliza el miedo, mientras que Dios es novedad en salida, conforme a los clamores del Espíritu Santo en la humanidad que sufre (GE 120-139).

 4.-Saber vivir en familia y en comunidad. Bombardeados por el individualismo, el papa nos anima a que vivamos la alegría de caminar juntos y unidos. Con su propuesta cuestiona toda tendencia al aislamiento y la autosuficiencia. Ha de recordarse que no hay unidad creyente fuera de Cristo como base y fundamento (Jn 17,21; GE 140-146).

5.- La oración constante. Esta nota es imprescindible e innegociable para la santidad. Por gracia de Dios, el pueblo dominicano, tiene sólidas raíces espirituales; el viento sopla a nuestro favor, pero no es suficiente. El papa no cree en santidad sin oración (GE 147-157).

En síntesis, estas cinco notas son como antídotos o medicinas para nuestra sociedad de hoy, contra la ansiedad que nos dispersa y nos debilita; contra la negatividad y la tristeza que nos hunde; contra la acedia cómoda, consumista y egoísta; y contra tantas formas de falsa espiritualidad que reinan en el mercado religioso actual  (Cf. GE, 111). Si el Documento Gaudete et exsultate, nos pone la base para cultivar actitudes personales básicas estrechamente unidas a la santidad, el otro Documento, que citaremos a continuación, nos proyecta en perspectiva todavía más comunitaria.

Se trata del Documento, complementario, llamado: Fratelli Tutti “Hermanos todos” (sobre la fraternidad y la amistad social), publicado el 3 de octubre del año 2020; nos llega en un momento en el que el mundo aparece como rompiéndose en pedazos. No quiere hacer otro mundo, sino de este mundo “otro”.

El papa Francisco desea que soñemos una única humanidad, porque somos de la misma carne humana e hijos de esta misma Tierra (n.6). Durante décadas parecía que el mundo había aprendido, y sacado las consecuencias, de tantas guerras y fracasos, pero la historia reciente da muestras de que, en lugar de avanzar, estamos volviendo hacia atrás (Cf. n.10-11).

La invitación que se nos hace es a construir en nuestra sociedad dominicana, un proyecto humano y humanizante siendo “hermanos universales”. Las últimas palabras del Documento, nos llaman por un lado, a actualizar el llamamiento de paz, justicia y fraternidad: “En nombre de la fraternidad humana que abraza a todos los hombres, los une y los hace iguales…. Y en el nombre de Dios, invito a asumir la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta, y el conocimiento recíproco como método y criterio” (Cf. n.285).

Por otro lado, el santo padre Francisco, nos recuerda las figuras de san Francisco de Asís, y de otros hermanos que no son católicos, como Martin Luther King, Desmond Tutu, y el Mahatma Mohandas Gandhi; y, sobre todo, nos destaca a san Carlos de Foucauld, quien escribía a un amigo: “Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos” (Cf. n.286-287).