Editorial
No lo olvidemos
Este domingo 26 de enero los dominicanos celebramos el 212 aniversario del natalicio del
patricio Juan Pablo Duarte.
La fecha es propicia para hacer una parada en el camino y revisar cuán cerca estamos de su
obra marcada por la entrega desinteresada en bien de la Patria.
Al mirar la actuación de una parte de la clase política nos damos cuenta del alto grado de ingratitud que muestran hacia el forjador de nuestra nacionalidad, porque con sus labios alaban su proceder, y hasta flores le llevan a su tumba, proclaman loas a su nombre, pero sus ejecutorias son una negación tajante al pensamiento duartiano.
Los que viven de la política tampoco creen en lo que nos dice la Doctrina Social de la Iglesia cuando expresa: “La comunidad política tiende al bien común cuando actúa a favor de la creación de un ambiente humano en el que se ofrezca a los ciudadanos la posibilidad del ejercicio real de los derechos humanos y del cumplimiento pleno de los respectivos deberes”.
Al pensar en Duarte también debemos tener presente a nuestros jóvenes a quienes llamó:
“Dulce esperanza de la Patria mía”, y que hoy, muchos de ellos, transitan por la vida sin rumbo, viendo pasar sus días sin una ilusión y atrapados en una red de vicios que los vuelve
ancianos, cuando apenas llegan a los 20 años de vida.
Es que ya no encuentran sentido a su existencia, y por eso la destruyen a cada instante. Recordemos que el mejor regalo a Duarte en su día y siempre, es hacer realidad sus nobles ideales. No lo olvidemos.