Por: José Jordi Veras Rodríguez.

Hoy nos llega la frase:  “Dios tiene la última Palabra”.

Y nunca es tarde para encontrarse con El. 

Recordar aquel pasaje que para nosotros es muy emblemático. El de la mujer hemorroísa, y del que hemos realizado otros escritos. De quien hablamos, había gastado todo cuanto tenía y durante 12 años estuvo haciendo de todo para curarse y había visitado los médicos de la época. Lo había perdido todo. ¿Cuántos de nosotros seríamos capaces de mantenernos firmes y creer que podemos recuperarnos, luego de la peor caída de la que hemos quedado bien golpeados. 

Pero ella, a pesar de todo cuanto había tenido que atravesar, cuando se encontró con Jesús, sabía al final quién tendría la última palabra en su vida, y con tan solo tocar su manto quedó curada.  ¿Cuántos somos capaces de mantenernos con entusiasmo para creer y entregarnos?

Pero eso fue una decisión asumida, de que ella confiaba en que a pesar de todo cuanto había intentado, estaba lo que Jesús tenía que decirle a ella. Lo mismo aquella mujer que es apedreada por quienes la acusaban de adulterio. Y Él le perdonó sus pecados y le dijo: “Vete mujer, y no peques más”. 

A veces dejamos de entregarnos de forma sincera a lo que nos dice Jesús en su Palabra. Queremos tener siempre el control de todo cuanto hagamos. Y en eso olvidamos todo cuanto Él puede lograr para nosotros si lo dejamos actuar. Dicen que a través de las pruebas es cuando podemos ser capaces de arrodillarnos y esperar su gloria en nosotros.

Es un Dios misericordioso que nos perdona y nos dice que podemos volver a iniciar. Y que nos recibe para que podamos caminar junto a Él.  Recordar que todo lo que hagamos en detrimento de los demás, no nos acercará a Él. 

Recordar el Salmo 50 del 14 al 15.

“Yo soy el Dios altísimo; en vez de sacrificios, ofréceme alabanzas y cúmpleme todos los votos que me hagas. Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás.».  Él tiene la última palabra, así como la tuvo también en aquellos momentos en que levantó a Lázaro, cuando ya había sido enterrado.