“Lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón para siempre.”

-Jean-Jacques Rousseau-

De la niñez, su inocencia nos roba los corazones las más puras emociones que atesora la conciencia, tan ajena a la violencia del mundo de los adultos con agresiones e insultos con guerras, con invasiones, con sociales divisiones  y peleas entre cultos.

Son retoños primorosos que del hogar son las flores de tonos multicolores y corazones dichosos, que días maravillosos  pintan con sus acuarelas en sus casas, sus escuelas … siempre tan impredecibles: amores imprescindibles de sus abuelos y abuelas. 

Ver a los niños jugando en su tierna candidez es divina placidez que al alma va rebosando y la vida iluminando llenándola de ternura

de alegría y de ventura en la familiar historia que guardará la memoria en esa etapa futura.

Mientras pasa el calendario disfrutemos su presencia por ser auténtica esencia su alegría de ordinario, intensamente y a diario sin perdernos un segundo ese cariño fecundo que irradia de su sonrisa porque corre muy deprisa el reloj en este mundo.-