Padre Jimmy
La Solemnidad de Todos los Santos, celebrada el 1 de noviembre, nos invita a reflexionar sobre la santidad y el llamado a vivir en plenitud de fe. Este día honra no solo a los santos canonizados, sino también a aquellos anónimos que, con sus vidas, nos guían hacia Dios. Es un momento de alegría y esperanza, recordándonos que todos estamos invitados a la gloria celestial.
Al día siguiente, el 2 de noviembre, conmemoramos a los Fieles Difuntos, un tiempo propicio para recordar a nuestros seres queridos que han partido. En esta jornada, se nos exhorta a orar por las almas en el purgatorio, un estado de purificación donde se preparan para encontrarse con Dios. Esta conexión entre ambas celebraciones resalta la creencia en la comunión de los santos, que une a vivos y muertos en un mismo cuerpo espiritual.
Orar por las almas del purgatorio es un acto de amor y solidaridad. La enseñanza de la Iglesia nos recuerda que nuestras oraciones pueden ayudar a liberar a estas almas del sufrimiento y guiarlas hacia la luz de la salvación.
San Pío de Pietrelcina y Santa Faustina son ejemplos inspiradores, ya que dedicaron sus vidas a interceder por las almas que sufren, reconociendo que la oración transforma la realidad espiritual. Siguiendo su ejemplo, podemos alzar nuestras voces en oración por quienes nos han precedido.
Un aspecto esencial de esta intercesión es el papel de los ángeles, quienes actúan como mensajeros y protectores. San Miguel Arcángel, en particular, es un símbolo de defensa contra el mal.
En la tradición católica, se le invoca para que proteja a las almas, guiándolas hacia la luz divina y ayudándolas en su camino hacia la salvación. Al incluir a San Miguel en nuestras oraciones, reforzamos nuestra intención de apoyar a los que están en el purgatorio, confiando en que su intercesión será eficaz.
La santidad no es solo una meta distante; es un llamado presente en nuestra vida cotidiana. Cada uno de nosotros, independientemente de nuestra vocación, está llamado a vivir en santidad, imitando el amor y la virtud de los santos.
Este esfuerzo requiere humildad y la gracia de Dios, pues no podemos alcanzar la plenitud del ser por nuestras propias fuerzas. Necesitamos el apoyo de la gracia divina y la ayuda de nuestros hermanos en la fe, tanto los que están en la tierra como los que han alcanzado la gloria.
Recordar a los difuntos en nuestras oraciones nos mantiene conscientes de nuestra fragilidad y de la temporalidad de la vida. Cada vez que encendemos una vela o visitamos un cementerio, reafirmamos nuestra esperanza en la resurrección y en la vida eterna. Estas prácticas son actos de fe que nos conectan con nuestra herencia espiritual y con la promesa de la vida eterna en la presencia de Dios.
En este tiempo de reflexión, recordemos la importancia de la santidad y la necesidad de orar por las almas del purgatorio. Al hacerlo, honramos la memoria de nuestros seres queridos y reafirmamos nuestro compromiso de vivir aspirando a la santidad.
Que nuestras oraciones y acciones nos acerquen a Dios y a la protección de nuestros ángeles, confiando en que, bajo la guía de San Miguel y la intercesión de todos los santos, encontraremos el camino hacia la vida eterna.