Muchos piensan que Dios se agrada en el sufrimiento. Pero eso no es así. Dios se agrada en la gente que ama y se compromete a servir. Ciertamente, que todo el que se meta a amar y servir en este mundo tramposo, va a sufrir. Dios está cerca de todo el que sufre por amor, para alentarlo con su cariño y esta promesa: la maldad y la muerte serán derrotadas. Por eso, Isaías nos enseña: “el Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido” (Isaías 50, 5 – 10). El que sufre tiende a confundirse.
Hoy, Jesús les anuncia a sus discípulos que él mismo va a padecer el dolor y la descalificación de las autoridades. También les anuncia que su Padre Dios, le rescatará de la muerte (Marcos 8. 27 – 35).
Pedro no puede aceptar que, a su Maestro, tan entregado, lo descalifiquen, lo maten, por eso le sugiere a Jesús otro camino. “Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.”
Allí mismo, delante de los otros discípulos, Jesús le dio el boche mayor que le darían en toda su vida: “¡Apártate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres y no como Dios!: — Pedro, para ti no hay más que conveniencias e intereses humanos. —
Jesús no nos engaña, asegurándonos éxitos fáciles y reconocimientos de este mundo tan falso y podrido. Jesús propone: “El que quiera andar conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.”
Meterse a amar y servir en este mundo fácilmente acaba en fracaso. Pero el Señor nos asegura: “quien pierda su vida por la Buena Noticia, la salvará”. Dios es fiel.
No busque la cruz; ¡ame! La cruz vendrá solita. Si la carga bien, a veces tocará otra mano, que también la levanta.
Pie de ilustración
Niéguese a sí mismo, cargue la cruz y sígame.