El 2 DE FEBRERO, XXVIII JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA

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Fue instituida por el Santo Papa Juan Pablo II en 1997.  ¿Qué es la Vida Consagrada? Es una forma de existencia que tiene como objetivo a través de los votos de castidad, pobreza y obediencia la consagración a Dios y a la Iglesia. 

Este año, el Vaticano propuso el tema: “Peregrinos de la esperanza. Por el camino de la paz”. En la Iglesia el 2 de febrero celebramos la fiesta de la Presentación del Señor.  “Dios es un Padre lleno de misericordia y por eso envía personas consagradas a este mundo como signo claro e incuestionable de esperanza. Éste es el significado de la vocación en la consagración y ésta es la misión del consagrado. En el Evangelio para este día nos acompaña el personaje de Simeón.  Este anciano justo y piadoso, puede ser una especie de guía espiritual para las personas consagradas. En su actitud notamos varias señales valiosas que vale la pena considerar. Simeón es un hombre de total y permanente confianza y contacto con Dios. No limitaba su tiempo a la oración. En el lenguaje actual, diríamos que esta fidelidad a Dios significaba un cuidado atento por el desarrollo de la vida espiritual y la fiel realización de la misión del carisma. Y no se trata de realizar la propia visión de la vocación, sino una, que se base en la fraternidad y el servicio mutuo, así como en la fidelidad total a los consejos evangélicos: castidad, pobreza y obediencia.

Simeón también fue un hombre cuyo corazón estaba lleno de confianza y gratitud hacia Dios. La gratitud en una persona consagrada refleja la sorprendente y excepcional madurez.  Es fruto de una profunda amistad con Dios.

Simeón, sosteniendo en brazos al pequeño Jesús, nos dio también mensaje sobre la dificultad de la misión que espera al Mesías: “Mira este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten: así será clara la actitud de muchos corazones”.  La profecía se está cumpliendo hasta el día de hoy. Las diferentes actitudes hacia la persona de Jesús son el resultado de “una confrontación constante entre ‘creer’ y ‘no creer’, entre reconocer a Dios o rechazarlo, entre confiarle la vida o seguir su propio camino. Nos provocan ansiedades, miedos, dificultades (Nicaragua) y, sobre todo, preguntas de cómo convertirnos en un “signo de oposición” en este mundo complicado.

Para ser un “signo de oposición” que conmueva y provoque al hombre contemporáneo, el consagrado debe ser excepcionalmente claro y comprensible en su consagración.

“El mundo de hoy no necesita consagrados sin convicciones, tristes, perdidos y confundidos, desgarrados interiormente, que no saben lo que quieren y hacia dónde van. Necesita personas consagradas que sean signo claro de esperanza viva, que emane el olor atractivo de la santidad y de la dedicación total al servicio de Dios y de los demás. Éste es el significado de la vocación en la consagración y ésta es la misión del consagrado.”

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