El amor por la patria que los vio nacer no lo desvanece el tiempo y la distancia. Ellos llevan en su alma un sello de identidad que los define como trabajadores solidarios y apegados a los valores que le transmitieron sus padres. Así es nuestra comunidad dominicana residente en Estados Unidos, países europeos, y otras partes del mundo.
Un día se marcharon en busca de un mejor destino, pero nunca olvidan a los familiares a los cuales con nostalgia tuvieron que dejar. Ellos son el soporte económico de tantas familias que en el llano y la montaña de la geografía nacional hoy tienen un estilo de vida más digno, gracias al sacrificio y generosidad de los que muchos llaman dominicanos ausentes, olvidando que ellos están más pendientes de las necesidades de los familiares que están aquí, que muchos que no han emigrado y se hacen indiferentes frente a las precariedades que padecen tantas personas en nuestro país.
Un signo de esa entrega de los dominicanos en el exterior es ver cómo en los primeros ocho meses de este año las remesas de esa comunidad laboriosa asciende a seis mil 769 millones de dólares, según datos del Banco Central. Esta respetable suma de dinero es una importante inyección a la economía nacional.
Y, como dice nuestro pueblo de que amor con amor se paga, ya es hora de prestarle mayor atención a esa comunidad que vive fuera de la Patria. Las autoridades deberían estar más atentas a las preocupaciones propias de todo emigrante.
Que los trámites consulares y otros procesos que necesitan en los países que los acogen, le lleguen como un servicio, y no como un negocio lujoso que solo beneficia a los que ostentan cargos en el campo diplomático.
Llegó el momento para que los dominicanos que están dispersos por el mundo, cuando vienen al país gocen de beneficios que las autoridades pueden ofrecerles y que no sea solo en Navidad. Este sería el mejor home aje a esta comunidad que pone tan en alto nuestra bandera.