Muchas historias humanas demuestran que el amor humano puede ser grande y desinteresado. Basta recordar la historia del mártir el padre Maximiliano María Kolbe, quien dio vida por otro hermano, esposo y padre de pequeños niños. Entonces ¿qué decir del amor de los seres angélicos muchas veces más perfectos que el hombre? Después de todo, están constantemente en una cercanía especial con Dios y tienen un amor extraordinario por Él.
Aunque los Ángeles están inmersos en la presencia de Dios y permanecen en constante comunicación espiritual con Él, esto no les impide velar por las personas y acompañarlas en sus problemas y necesidades. No sólo nos instruyen, nos advierten, protegen y guían con amor, sino que sobre todo buscan nuestro crecimiento espiritual y nuestra santificación. Detrás de este servicio angélico hacia el hombre está el amor infinito de Dios, que envía a sus Ángeles para ayudarnos. Así que, no solo estamos en las manos del buen Dios, sino también en las manos de Sus Ángeles que con amor nos sirven y ayudan sin ningún interés. Cuando pensamos que Dios y Sus Ángeles, nos aman tanto, ¿nos regocijamos y les agradecemos por esto?
Para celebrar el vigésimo aniversario del reinado del emperador Diocleciano, se organizó un gran espectáculo en Roma. El programa incluía una actuación en la que se ridiculizaban los ritos sagrados de la Iglesia. El actor principal era un pagano, Gelasio. Tenía que interpretar el papel de un cristiano convertido. En un gran escenario fue “bautizado” y luego, vestido con una túnica blanca, fue secuestrado por los soldados y llevado ante el emperador. Aquí repetía constantemente que era cristiano y que estaba dispuesto a sufrir el martirio por la fe. Al principio, el público que lo aplaudía pensó que se trataba de una comedia. Sin embargo, después de un tiempo se dieron cuenta de que ya no era un teatro, y que lo que estaban escuchando era una verdadera confesión de fe. Gelasio dejó de ser actor y se convirtió en testigo de Jesús y su apóstol.
Relató cómo cuando, en medio de la burla del sacramento del bautismo, se derramó agua sobre él, vio el cielo abierto y creyó verdaderamente en Cristo. También vio las huestes de los Ángeles volando sobre su cabeza, junto a las cuales la orgullosa corte de Diocleciano le parecía una insignificancia lastimosa. Hizo un llamado al emperador y a los Romanos para que se convirtieran y reconocieran al Rey de los Ángeles, Jesucristo, como el único Dios verdadero. Enfurecido, Diocleciano lo condenó a muerte despedazándolo. Gelasio fue voluntariamente a su tortura y feliz de que pronto se encontraría en el cielo, entre los Ángeles que, revelándose a él en una visión extraordinaria, lo ayudaron a ganar la fe verdadera.
Oh, Dios, lleno de bondad, danos corazones abiertos y sensibles, para que podamos amar a Dios con el mismo desinterés que Ángeles y un día regocijarnos con Ellos en el cielo. Amén.