Entre otros, el tiempo de cuaresma es un tiempo de una verdadera batalla espiritual y lo más grande que es inevitable, pues se trata de nuestra salvación. En busca de estímulo de nuestro ardor evangelizador es bueno meditarlo desde ángulo bíblico y del testimonio de aquellos que están empapados de su verdadera realidad, pues adoran a Dios.
El piadoso y justo Job, tocado por el sufrimiento y la dureza de la vida, se pregunta: “¿No es la existencia del hombre semejante a la lucha? También en la vida de Cristo vemos la enormidad de la dureza y del sufrimiento. Porque Satanás, el espíritu de este mundo y la naturaleza humana, tocada por la mancha del pecado original, son, como decía André Combes, una “trilogía siniestra”, tres fuentes del mal que amenazan constantemente a todo ser humano. La vida de los Doce Apóstoles y de San Pablo, que terminó en martirio. Pero qué gran victoria fueron esas muertes imitando la muerte de Cristo en la cruz. Como prueba la historia de la Iglesia, esta generación sagrada sentó las bases del cristianismo que cambió la faz del mundo.
San Pablo ha descrito todo el equipo de la guerra espiritual -la “armadura de Dios”- y nos invita a ponérnosla. Detalla sus componentes por analogía con la armadura del soldado romano: “armadura”, “casco”, “cinturón”. “botas”, “escudo”. “, “espada”, con especial énfasis en el escudo y la espada, que simbolizan la fe y la palabra de Dios: “¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, abrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” (Ef 6, 14-17; cf. R. Laurentin, Satanás – mito o realidad, Varsovia 1998, pp. 186-187).
La vida cristiana es una lucha puramente espiritual, constante e inevitable. Tiene lugar en todos los frentes de la vida humana y tiene lugar en cada corazón humano. San Pablo enseña: ” Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.” (Efesios 6:12) En esencia es una lucha entre Dios y Su adversario – Satanás. En el umbral de la actividad apostólica, Satanás se atreverá a atacar incluso al mismo Jesucristo. Entre otras cosas, utilizó entonces las palabras del Salmo 91: “A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»”. (Mt 4, 6; cf. Lc 4, 10-11).
El 15 de noviembre de 1972, durante una audiencia general, el Papa Pablo VI pronunció una enseñanza titulada “Sálvanos del mal”. Estas palabras muestran cuán importante, en su opinión, es la guerra espiritual. El Santo Padre describe la magnificencia de la creación de Dios y la obra de la Redención, luego confronta la obra de Dios con el problema de la existencia del mal: “El mal ya no es sólo la carencia de algo, sino un ser vivo eficaz, moralmente depravado y corruptor de los demás. Esta es una realidad aterradora. Satanás es el enemigo número uno, es un tentador en todo el sentido de la palabra. Sabemos también que esta oscura y perturbadora criatura realmente existe y actúa con una malicia engañosa y traicionera. Es un enemigo oculto que siembra malentendidos y confusión en la historia de la humanidad.”
Padre Jan Jimmy Drabczak CSMA
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