El vaso de agua

B ajaba del mundo, sediento y cansado y a casa de un pobre vine a recalar.

El sol calcinaba el alma por dentro, la arena encendía en ascuas los pies.

“¿Me das agua, niño, que pueda beber?” “Sólo hay ésta; tenga”.

“Pero es despoblado; si no hay más en casa,

¿dónde la hallarás?”

“Beba usted, me dijo; ya aparecerá”.

¡Más!

D e lejos oíste nuestra alegre risa: “Revientan las redes; ¡que vengan aprisa!”.

Y allí, en la arena tibia de la tarde pez de toda pinta vimos relumbrar. Nos desconcertaste, y al oírte, todos echamos atrás

porque pronunciaste palabra inaudita: Nos dijiste, “¡más!”.

Volvimos mareados del mar de la vida, fuerte el oleaje, dura la embestida.

Nos viste cansados, vencidos quizá; mirando hacia arriba

pronunciaste, “más”.

También regresamos de andar los caminos con los pies deshechos; sol al rojo vivo.

Trajimos de muestra insultos y olvidos y adujimos todos la incapacidad.

Y nos sorprendiste, pues de nuevo: “¡Más!”.

Cuando al fin un día

luz indescriptible nos arrebató, el gozo fluía

y de los espacios llegaba, hermosa música muy tierna que nos trasponía. Y argüimos todos a una sola voz:

“¡Que no lo merece nuestra indignidad!”.

Tú volviste el rostro, luz esplendorosa, sonreíste: “¡Más!”.

El carné

A las puertas del mundo estarás abocado. “Identificación”

“Ninguna…”.

Pero al abrir las manos para decir “ninguna” quizá sin intención mostraste las señales que dejaron los clavos.

Ya sobran documentos. Te han identificado.

5 COMENTARIOS