Autor
+Monseñor Jesús Castro Marte
Obispo de la Diócesis Nuestra Señora de La Altagracia
Para conocer la persona, figura y obra, así como el aporte y legado, de un pontífice como el papa Francisco, a quien le ha tocado conducir hacia adelante la barca de Pedro en un tiempo turbulento en muchos aspectos, incluido el mundo de las ideas y los valores que permean el pensamiento en el contexto actual, es necesario identificar en su conjunto las estructuras hermenéuticas, teológicas y pastorales que se encuentran en la base de sus acciones y propuestas.
Con mirada atenta al recorrido hecho por el papa en estos diez años de pontificado, podríamos encuadrar en los siguientes cinco puntos las líneas maestras perceptibles en su rica eclesiología.
1) Visión de la Iglesia como un misterio divino, en continuidad con la eclesiología del Concilio Vaticano II: Lumen Gentium (Cap. I).
Lo primero que sobresale al contemplar la figura, el pensamiento, los dichos, palabras e iniciativas pastorales impulsadas por el papa es su amor manifiesto e incondicional por la Iglesia, entendida como un misterio divino que hunde sus raíces en la misma vida trinitaria, tal como indica la referida Constitución Lumen Gentium.
Abordar los temas de la naturaleza sacramental de la Iglesia, en su calidad de signo e instrumento del Reino, así como sus estructuras al servicio del Espíritu y su misión como un pueblo mesiánico que existe para evangelizar y atraer a los hombres hacia Dios, es muy común en el magisterio de este papa latino, frente a lo que opinan algunos de sus críticos.
La Iglesia es, ante todo, el lugar escogido por Dios para la vivencia del destino común de los renacidos por el Bautismo a una vida nueva, donde el poder de la gracia y la acción vivificante del Espíritu transforman paulatinamente al creyente en un testigo comprometido con la causa del Evangelio.
2) Una Iglesia en salida y en contacto con el mundo, en continuidad también con el Concilio Vaticano II: Constitución Pastoral Gaudium et Spes.
El proyecto pastoral que Francisco dibuja en sus escritos, homilías, diálogos, alocuciones, exhortaciones y catequesis contempla poner hoy en el mercado de las ideas la rica intuición que tuvo el Concilio Vaticano II sobre la misión de la Iglesia de acompañar a los hombres en su devenir histórico, anunciando el Reino y ayudando a sanar sus heridas más profundas. Todo un proyecto y un programa propuestos en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, y que no es un secreto para nadie que, en muchos aspectos, todavía no se han puesto en práctica. El papa ha dado suficientes muestras de su interés por una relectura íntegra del Concilio, obviamente tomando en cuenta realidades del contexto actual que demandan respuestas, y que en aquel entonces no revestían la misma importancia que tienen hoy en día.
La Iglesia existe primera y fundamentalmente para evangelizar y testimoniar la compasión de Dios por todos sus hijos, pero, especialmente, por aquellos que la cultura actual considera como desechos, descartados, frente a la inmediatez, el pragmatismo y la apetencia por el poder que reduce a pueblos enteros a vivir en la miseria.
3) La Iglesia como una Comunidad de discípulos misioneros, en continuidad con la asamblea de Aparecida.
Evidentemente, el papa Francisco concibe la Iglesia como una comunidad ministerial donde florecen los carismas y todo el mundo tiene su puesto, que debe desempeñar, ante todo, como un discípulo misionero de Jesucristo. Esa opción preferencial en el documento de Aparecida permea prácticamente toda la eclesiología posterior. Se parte de la necesidad de tener un encuentro transformador con Cristo, Cabeza de la Iglesia, para poder, en su nombre, transformar la vida cristiana y eclesial en un Evangelio vivo. La encíclica Evangelii Gaudium del papa Francisco resume su programa pastoral en una apretada síntesis. La esperanza para el mundo se cifra en este anuncio gozoso del Evangelio, que cambia la faz de la tierra y convierte a los cristianos en peregrinos hacia el Reino.
4) Una Iglesia sinodal: nueva hermenéutica de la eclesiología de comunión, embrionaria en el Vaticano II y acrisolada en el posconcilio.
Una de las figuras o paradigmas eclesiológicos más relevantes en el pensamiento del papa Francisco es su novedosa propuesta relativa a la necesidad de un camino sinodal para la Comunidad de bautizados, en la cual no solo se destacan los beneficios de una verdadera eclesiología de comunión, sino que también se subraya la necesidad de avanzar juntos en la búsqueda de unos mismos objetivos, donde la visión individualista, particular y unilateral cede el paso al consenso y al trabajo en equipo.
Francisco ha tocado en innumerables ocasiones el tema crucial de la unidad en la Iglesia. Ella es el lugar para vivir una diversidad reconciliada, pues, entre los miembros del Cuerpo de Cristo, donde la unidad prevalece frente al conflicto y la dialéctica sana frente a la aparente lucha de contrarios. Es normal que en toda comunidad humana existan divergencias que, bien dirimidas, pueden conducir hacia el camino de la verdad; lo que no está permitido es la ideologización del mensaje o la cosificación de las realidades divinas al servicio de intereses ajenos al Evangelio. Tanto para el papa como para todo creyente hoy, la fidelidad a la apostolicidad de la Iglesia no puede ceder ante ningún bombardeo, provenga desde fuera o desde dentro de la misma.
5) Una Iglesia servidora de la causa de la salvación de los hombres y del designio de Dios sobre la criatura humana, al estilo de María: relación entre mariología y eclesiología.
Uno de los aspectos sobre el que vemos insistir constantemente al papa es su visión de la Iglesia como una comunidad de servicio, donde el impulso pastoral está por encima de los puestos y funciones, a tal punto que, si algunas instancias no responden a dicho modelo, quiere decir que se han desviado de su misión original. Esa es la razón por la cual el papa no ha perdido tiempo en renovar varias de las estructuras de servicios pastorales en el propio Vaticano, a fin de hacerlas más útiles en la búsqueda de respuestas a las necesidades imperiosas del hombre de hoy.
Para el papa, la Iglesia está llamada a ‘primerear’, es decir, que ha de tomar la iniciativa, adelantarse, a la hora de anunciar el Reino y la primacía de la misericordia de Dios, que siempre perdona. Existe una marcada línea soteriológica en su pensamiento, no solo en el perfil eclesiológico, sino también en su visión sobre la salvación colectiva de lo creado, una marca pastoral que dibuja en su encíclica Laudato Si.
En su misión como sacramento universal de salvación, referido siempre a Cristo, la Iglesia imita en cierto modo a María y quiere prolongar su fiat: “Hágase en mí según tu palabra”.
La eclesiología del papa Francisco es, pues, una maquinaria aún en pleno desarrollo sobre la cual se deberá leer y repensar, desde donde emerge su figura como genuino intérprete de una Iglesia llamada a descifrar los signos de los tiempos.
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