A. Una batalla espiritual constante e inevitable.
El piadoso, justo y honesto Job, tocado por el sufrimiento y la dureza de la vida, se pregunta: ¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra? ¿No son jornadas de mercenario sus jornadas? (Job 7,1). También en la vida de Cristo vemos la inmensidad de las dificultades y el sufrimiento. Vemos como constantemente asume la lucha contra las tres fuerzas del mal: Satanás, el mundo y la carne. Pues Satanás, el espíritu de este mundo y la naturaleza humana contaminada con la mancha del pecado original son, como solía decir André Combes, una trilogía siniestra, tres fuentes del mal que amenazan constantemente a todo ser humano.
Una lucha fue también la vida de los doce apóstoles y de San Pablo, que terminó con el martirio. ¡Pero qué victoria fueron esas muertes imitando la muerte de Cristo en la cruz! La historia de la Iglesia prueba que esta generación sagrada sentó las bases de un cristianismo que cambió la faz del mundo y dio una constante e inevitable batalla espiritual.
San Pablo describe todas las herramientas para la guerra espiritual, la armadura de Dios y nos anima a ponérselo. El apóstol enumera en detalle sus elementos, análogos al armamento de los soldados romanos: armadura, casco, cinturón, botas, escudo, espada, poniendo especial énfasis en escudos y espadas, que simbolizan la fe y la Palabra de Dios: ¨ ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios¨ (Ef 6, 14-17).
Esta es una batalla puramente espiritual, constante e inevitable, que tiene lugar en todos los frentes de la vida humana y tiene lugar en cada corazón humano. San Pablo enseña al respecto: ¨Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas¨ (Ef 6,12). De hecho, es una batalla entre Dios y su adversario, Satanás. Al comienzo de su actividad apostólica, Satanás se atrevió a atacar incluso al mismo Jesucristo. Entre otras cosas, utilizó las palabras del Salmo 91: ¨A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna¨ (Mt 4,6; cf. Lc 4,10-11).
El 15 de noviembre de 1972, durante la audiencia general, el Papa Pablo VI predicó una enseñanza titulada: ¨Guárdanos del mal¨. Estas palabras muestran cuán importante es el tema, en su opinión, la guerra espiritual. En esta catequesis, el Santo Padre describe y luego confronta la obra de Dios con el problema de la existencia del mal. El mal ya no es solo la carencia en algo, sino un ser efectivo, vivo, moralmente depravado y corruptor de los demás. Es una realidad aterradora. Satanás es el enemigo número uno, un tentador en todo el sentido de la palabra. También sabemos que este ser, oscuro e inquietante, existe realmente y aún funciona con malicia insidiosa y traicionera. Es un enemigo oculto que siembra sus conceptos erróneos y confusión en la historia humana.
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