Hacia la Canonización de Carlos de Foucauld

7
473

CONVERSIÓN: UN VIAJE SIN RETORNO

(3 de 12)

     ¿Porqué este cambio tan radical? A los 16 años Carlos pierde la fe. Se entrega apasionado a la lectura de filósofos antiguos y otras lecturas propias de su tiempo. Va cayendo en una vida desenfrenada. El mismo afirma: “a los 17 años era todo egoísmo, todo impiedad, todo deseo de mal; estaba como perturbado”.

A los 25 años decide atravesar Marruecos en un viaje arriesgado  y peligroso de exploración. A su regreso pasa un tiempo en Argelia ordenando sus descubrimientos y vuelve a Francia a principios de 1886 para redactar sus investigaciones. Viene impactado por la fe de los musulmanes que, según él, los veía vivir “en continua presencia de Dios”. Llega a afirmar: “El Islamismo es extremadamente seductor: me ha seducido hasta el extremo”.

Comienza la duda en Carlos. Por una parte admiraba la fe de los musulmanes, por otra le impacta la fe vivida por su prima María de Bondy que lo hace pensar: “si esta alma es tan inteligente, la religión en la que ella cree tan firmemente no puede ser una locura, como yo pienso”. En este estado de ánimo Carlos se va sumergiendo en la soledad, comienza a visitar la Iglesia de San Agustín, se pasa largos ratos allí, y repite esta “extraña” oración: “Dios mío, si existes dámelo a conocer”. Recordará esta oración al menos cinco veces en su vida.

     En casa de su prima conocerá al P. Huvelín, hombre profundamente de Dios y muy bien preparado. Entre el 27 y el 30 de octubre de 1886, Carlos tiene 28 años, se decide a ir a ver al P. Huvelín, lo encuentra en el confesionario, para pedirle clases de religión y así conocer si la verdad está en la religión católica. Afirma el mismo Carlos: “yo pedía clases de religión: él me hizo ponerme de rodillas y confesarme, y me envió a comulgar acto seguido”. En un acto de humildad Carlos se encuentra experiencialmente con el amor y la misericordia de Dios Padre. El P. Huvelín provocó el retorno total. Una conversión brusca. Dios se convierte para Carlos no en una idea filosófica sino en una persona viva, en el Padre amoroso en quien vivirá abandonado toda su vida. Con su perdón lo había transformado totalmente. El P. Huvelín lo manda a comulgar. Su primer encuentro consciente y  personal con Jesús Eucaristía a quien querrá imitar en su vida pobre, escondida, de trabajo humilde. Con quien pasará largas horas día y noche arrodillado ante su sagrario. A quien querrá predicar sólo con el ejemplo de su bondad, amistad y fraternidad.

Ciertamente a partir de este día de final de octubre de 1886, Carlos emprende el viaje sin regreso de “vivir sólamente para El”. El mismo contará tres veces su conversión. Porque para él, “convertirse” es dejarse transformar por una fuerza que parece venir de otra parte. Es comenzar a llevar una vida totalmente diferente de la que llevaba anteriormente. Define su conversión como don total de Dios a él y da como respuesta el don total de sí mismo a Dios.

     Al final de octubre de 1886, a los 28 años de edad, Carlos es un hombre que ha descubierto la fe cristiana como una fuerza y se ha lanzado a fondo en un viaje sin retorno.

+ Rafael Felipe

7 COMENTARIOS